domingo, 24 de mayo de 2020

El color de la divinidad


Durante aproximadamente 15 años y tal vez en muy buena parte de mi vida, mi trabajo consistía en estar en el futuro.

En la comercialización, diseño y coordinación, la actividad esta centrada en preparar todo para que otro ejecute. Estaba dos semanas por delante.
Una vez llegaba el día soñado, yo no me percataba. En algunos casos, si no era advertido, ni lo disfrutaba. Como todo en esta vida, una vez se ganaba y otras se perdía. Dicho de otra forma salía bien o mal.

La gente decía que era bueno en esto. Me felicitaban y reconocían. Solo que yo no lo disfrutaba. En mi solo quedaba el cansancio del esfuerzo de hacer que las cosas pasasen. Cuando las cosas no ocurrían acorde a lo esperado, si sufría las consecuencias en el presente. Es muy jodido estar solamente en el futuro.
Con mi hija y en mis relaciones personales me temo que sucedió lo mismo.Creo que no tan agudo. Siempre recuerdo el mantra que aún ahora pronunciamos a una mujer de 28 años. “Que Dios te haga una mujer de bien y feliz paraaaa…siempre” Hasta ahora y con su libre albedrío, ha vivido bajo esta declaración.
Desde hace relativamente poco tiempo, 10-12 años de mis cincuenta y tantos, tuve un despertar de consciencia. Me gustaría decir que tuve una aparición paranormal que me enseñaba las navidades del pasado, del presente y del futuro. Fue más progresiva la revelación.

Adentrándome en los postulados de la psicología positiva entendí que tenía que vivir y entender sin pensamientos mágicos, los conceptos del aquí y el ahora (frase útil pero asociada a mi poca querida autoayuda). Me tope entonces con la esperanza y el optimismo. Ambos conceptos centrados en esperar lo bueno, haciendo algo para se materialice.
En este punto comprendí varias cosas. La primera fue que esperar a que lo bueno suceda mágicamente es poco menos que lanzar los dados. Lo segundo fue que aunque no por efecto azaroso, lo que cada uno de nosotros hace es una apuesta consciente, incrementando las probabilidades de ganar. Lo tercero, que por cada apuesta, la vida tiene una consecuencia con mi nombre escrito en la frente.

Pero…en este tiempo aprendí otras cosas igualmente importantes. Entendí que hay una energía divina, que hay algo más allá de mi propia existencia. Esa energía escribe sobre líneas torcidas una meta en la dirección correcta, quizás consensuada. Una energía que colorea tanto el camino trazado como las trochas que salen al paso.

Desde ahí, desde ese momento de despertar, solo trazo el vector con mi libre albedrío y dejo que la divinidad se encargue de colorear el camino.

Cesar Yacsirk
Mayo de cuarentena 2020

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