Durante aproximadamente 15 años y tal vez en muy buena
parte de mi vida, mi trabajo consistía en estar en el futuro.
En la comercialización, diseño y coordinación, la
actividad esta centrada en preparar todo para que otro ejecute. Estaba dos
semanas por delante.
Una vez llegaba el día soñado, yo no me percataba. En
algunos casos, si no era advertido, ni lo disfrutaba. Como todo en esta vida,
una vez se ganaba y otras se perdía. Dicho de otra forma salía bien o mal.
La gente decía que era bueno en esto. Me felicitaban y
reconocían. Solo que yo no lo disfrutaba. En mi solo quedaba el cansancio del
esfuerzo de hacer que las cosas pasasen. Cuando las cosas no ocurrían acorde a
lo esperado, si sufría las consecuencias en el presente. Es muy jodido estar
solamente en el futuro.
Con mi hija y en mis relaciones personales me temo que
sucedió lo mismo.Creo que no tan agudo. Siempre recuerdo el mantra que aún
ahora pronunciamos a una mujer de 28 años. “Que Dios te haga una mujer de bien
y feliz paraaaa…siempre” Hasta ahora y con su libre albedrío, ha vivido bajo
esta declaración.
Desde hace relativamente poco tiempo, 10-12 años de mis
cincuenta y tantos, tuve un despertar de consciencia. Me gustaría decir que
tuve una aparición paranormal que me enseñaba las navidades del pasado, del
presente y del futuro. Fue más progresiva la revelación.
Adentrándome en los postulados de la psicología positiva
entendí que tenía que vivir y entender sin pensamientos mágicos, los conceptos
del aquí y el ahora (frase útil pero asociada a mi poca querida autoayuda). Me
tope entonces con la esperanza y el optimismo. Ambos conceptos centrados en
esperar lo bueno, haciendo algo para se materialice.
En este punto comprendí varias cosas. La primera fue que
esperar a que lo bueno suceda mágicamente es poco menos que lanzar los
dados. Lo segundo fue que aunque no por efecto azaroso, lo que cada uno de
nosotros hace es una apuesta consciente, incrementando las probabilidades de
ganar. Lo tercero, que por cada apuesta, la vida tiene una consecuencia con mi
nombre escrito en la frente.
Pero…en este tiempo aprendí otras cosas igualmente
importantes. Entendí que hay una energía divina, que hay algo más allá de mi
propia existencia. Esa energía escribe sobre líneas torcidas una meta en la
dirección correcta, quizás consensuada. Una energía que colorea tanto el camino
trazado como las trochas que salen al paso.
Desde ahí, desde ese momento de despertar, solo trazo el
vector con mi libre albedrío y dejo que la divinidad se encargue de colorear el
camino.
Cesar Yacsirk
Mayo de cuarentena 2020
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