Humano y Divino –
Galilea, lo que somos en el rehacernos
Santiago Porras Rojas
Agradecido con el maestro amigo Cèsar Yacsirk, quien me enseñó a
rehacerme a partir del perdón y, a Francisco; Primado papal del Vaticano.
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La escena es una asamblea orante conmemorativa de una promesa divina:
La muerte ha sido superada gracias al milagro del amor sin límites.
“La noche
está llegando a su fin y despuntan las primeras luces del amanecer, cuando las
mujeres se ponen de camino hacia la tumba de Jesús. Avanzan con incertidumbre,
desorientadas, con el corazón desgarrado de dolor por esa muerte que les había
quitado al amado. Pero llegando hasta ese lugar y viendo la tumba vacía,
invierten la ruta, cambian de camino; abandonan el sepulcro y corren a anunciar
a los discípulos un nuevo rumbo…”[1]
¿En qué podríamos creer más: en nuestra humanidad o en nuestra
divinidad?
Escuchaba la lectura de esta meditación y me emocionaba experimentar
mi humanidad, concebida en mi interpretación de la realidad limitada desde mi
propio día a día, mientras el mensaje que la divinidad me ofrecía a partir de
ella, y sin lesionar mi humanidad, me brindaba transformar mi mirada en una
oportunidad para abandonar mis sepulcros.
Sin la divinidad, mi humanidad, muy probablemente se empobrecería. La
realidad incluye lo divino.
Continúo escuchando la voz de la resurrección…
“Las mujeres en Pascua no
se quedaron paralizadas frente a una tumba <<atemorizadas pero llenas de
alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a
los discípulos (V.8). Llevan la noticia que cambiará para siempre la vida y la
historia: ¡Cristo ha resucitado! (cf.v.7)…”[2]
Es posible ahora y siempre levantarnos ante nuestras desgracias, soy
parte de las mareas de la cotidianidad, constituidas de distintas densidades,
tal y como lo son el agua y el aceite, nos constituye un mismo carácter divino.
Vuelvo a escuchar el mensaje del paso desde la muerte a la vida.
“Esto es lo que realiza la
Pascua del Señor. Nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de
derrota, a quitar las piedras de los sepulcros en los que a menudo encerramos
la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió
el rumbo de la historia”[3]
La fe también juega un rol muy respetable como vínculo humano y
divino. Es un rasgo fundamental que nos habilita para la transformación de lo
humano a través de nuestra propia divinidad, me vincula con un propósito que me
supera en cuanto a mi mismo y me une con todo lo que me rodea. Si me quedo en mí,
la libertad me reducirá al sepulcro, seré denso como el aceite corriendo así el
riesgo de perder la fe.
¿Qué puedo crear si no creo, si no tengo fe? ….y vuelve el verbo para
mostrarnos escenas que se repiten desde la humanidad.
“A veces
nosotros pensamos que la alegría del encuentro con Jesús pertenece al pasado,
mientras que en el presente vemos tumbas selladas: las de nuestras
desilusiones, nuestras amarguras y nuestra desconfianza; las del “no hay nada
más que hacer”, “las cosas no cambiarán nunca”, “mejor vivir al día porque no
hay certeza del mañana”…”[4]
La libertad es un bien exigente; camina, hace las historias, impulsa
las emociones, surte acciones y nos hace responsables de desplazarnos por dos
muy distintos parajes.
Uno es la vía del individualismo, del yo para mí, egoísta, sordo,
individualista, desconfiado. La otra vía es gregaria, para tener vida requiero
del otro diferente, juntos alcanzamos a avanzar potenciados por la cooperación.
¿Qué nos regala hacernos uno con los otros, especialmente con los que
juzgamos difíciles o complicados?
La divinidad de la compasión, la misericordia, la certeza de la
confiabilidad revestida de esperanza firme y, muy especialmente experimentar el
amor que es capaz de abrazar los misterios de la vida, que incluye nuestra vida
traspasando los límites de los sepulcros.
En cambio, el individualismo incluso puede degradar a la misma fe,
cuando nuestra fe invita a conservarnos en las tumbas, porque carece de amor o
también puede que me atrapara a mí mismo en la búsqueda del futuro.
¿Dónde me extravié? ¿Qué he hecho para esconderme en el viaje hacia
una nueva vida?
…y continua el narrador en la asamblea orante y nos dice:
“…trasmiten
la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a
Galilea, porque allí lo verán (cf.V.7). Hermanos y hermanas, ¿qué significa ir
a Galilea? Dos cosas: por una parte, salir del encierro del cenáculo para ir a
la región habitada por las gentes (cf. Mt 4, 15), salir de lo escondido para
abrirse a la misión, escapar del miedo para ir hacia el futuro…Por tanto, ir a
Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria
que regenera la esperanza…es decir, nos pide que revivamos ese momento, esa
situación, esa experiencia en la que encontramos al Señor, sentimos su amor y
recibimos una mirada nueva y luminosa sobre nosotros mismos, sobre la realidad,
sobre el misterio de la vida.”[5]
Me extravié en la desconfianza, en la arrogancia en creer que era más
realista lo factico, que no era necesario darle crédito a la memoria de la fe,
y me encontré extraviado entre las lapidas de las tumbas.
Así estar perdido me ha desgatado porque al decidir hacer el viaje sin
mi divinidad, no alimenté a mi propio espíritu, ese que me expande para
integrarme a la humanidad toda.
¿Qué fue lo que ocurrió en Galilea?
Allí el resucitado había realizado su ministerio de anunciación del
Reinado del amor sin límites, llamó a sus discípulos, realizó milagros al
compadecerse de los leprosos, ciegos y a quienes están desviados de lo recto o
justo, predicó la buena nueva en las sinagogas, hace el milagro de la
multiplicación de los panes, calma la tempestad y camina sobre las aguas,
mostró su transfiguración y anuncia la resurrección.
Ahora, al escuchar al orador sacerdotal, aprecio su mensaje que me
invita a regresar a Galilea y comencé a recordar que, de niño, en el instante
memorial de la eucaristía, sentía una chispa inexplicable de sacralidad sin
comprenderlo y me invitaba a realizar ese momento como uno de mis juegos ya
tenor de lo cualahora puedo volver a ese primer encuentro.Fue tan amable al llamarme
siendo pequeño, lo sentí y no era capaz de comprenderlo, y el orante lo
describió así:
“Para
resurgir, para recomenzar, para retomar el camino, necesitamos volver siempre a
Galilea; no al encuentro de un Jesús abstracto, ideal, sino a la memoria viva,
a la memoria concreta y palpitante del primer encuentro con Él…Haz memoria de
Galilea, de tu Galilea; de tu llamada, de esa palabra de Dios que en un preciso
momento te habló justamente a ti; de esa experiencia fuerte en el Espíritu…de
esa luz que se encendió dentro de ti y transformó tu vida, de ese encuentro, de
esa peregrinación.. Cada uno conoce dónde tuvo lugar su resurrección interior,
ese momento inicial que lo cambió todo”[6]
Es a partir de esa memoria humana y divina, ese interludio espiritual testimonial
que en estos días recientes me han servido para rehacer la mirada, invertir la
ruta de mi camino, para escapar de cualquier sepulcro,al reencontrarme con
otras memorias de mis tiempos pascuales. Si hay formas de regresar a Galilea…
Retomo la invitación que me ofrece el orante…
“Hermanos y
hermanas, sigamos a Jesús en Galilea; encontremos y adoremos allí donde Él nos
espera…Volvamos a Galilea, a la Galilea del primer amor. Que cada uno vuelva a
su propia Galilea, la del primer encuentro, y resurjamos a una vida nueva”[7]
Vuelvo recordar y alcanzo a regresar a otros de mis Galilea, esos
momentos refulgentes, en los que como lázaro el resucitado en Betania, dejé de
morir y me levanté del sepulcro. Esa vez, la divinidad me ofreció a un enviado,
un ángel de carne y hueso, se llama César y hoy se ha transformado en espíritu
puro, ha superado ya los límites de nuestra vida física. Gracias a César sentí
por primera vez la gracia y la divinidad que la compasión me ofreció al ser
capaz de perdonarme por primera vez.
Al retomar la vivencia, escucho lo que me dice el orante…
“Recuerda
tu Galilea. Haz memoria, revívela hoy…reconstruye el contexto, el tiempo y el
lugar; vuelve a experimentar las emociones y las sensaciones; revive los
colores y sabores…Volvamos a Galilea, a la Galilea del primer amor. Que cada
uno vuelva a su propia Galilea, la del primer encuentro y resurjamos a una vida
nueva”[8]
Barcelona
-España, abril 14 de 2023
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