jueves, 27 de abril de 2023

Humano y divino/Santiago Porras

 

Humano y Divino –

Galilea, lo que somos en el rehacernos

Santiago Porras Rojas

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Agradecido con el maestro amigo Cèsar Yacsirk, quien me enseñó a rehacerme a partir del perdón y, a Francisco; Primado papal del Vaticano.

 

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La escena es una asamblea orante conmemorativa de una promesa divina: La muerte ha sido superada gracias al milagro del amor sin límites.

 

“La noche está llegando a su fin y despuntan las primeras luces del amanecer, cuando las mujeres se ponen de camino hacia la tumba de Jesús. Avanzan con incertidumbre, desorientadas, con el corazón desgarrado de dolor por esa muerte que les había quitado al amado. Pero llegando hasta ese lugar y viendo la tumba vacía, invierten la ruta, cambian de camino; abandonan el sepulcro y corren a anunciar a los discípulos un nuevo rumbo…”[1]

 

¿En qué podríamos creer más: en nuestra humanidad o en nuestra divinidad?

 

Escuchaba la lectura de esta meditación y me emocionaba experimentar mi humanidad, concebida en mi interpretación de la realidad limitada desde mi propio día a día, mientras el mensaje que la divinidad me ofrecía a partir de ella, y sin lesionar mi humanidad, me brindaba transformar mi mirada en una oportunidad para abandonar mis sepulcros.

 

Sin la divinidad, mi humanidad, muy probablemente se empobrecería. La realidad incluye lo divino.

 

Continúo escuchando la voz de la resurrección…

 

Las mujeres en Pascua no se quedaron paralizadas frente a una tumba <<atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos (V.8). Llevan la noticia que cambiará para siempre la vida y la historia: ¡Cristo ha resucitado! (cf.v.7)…”[2]

 

Es posible ahora y siempre levantarnos ante nuestras desgracias, soy parte de las mareas de la cotidianidad, constituidas de distintas densidades, tal y como lo son el agua y el aceite, nos constituye un mismo carácter divino.

 

Vuelvo a escuchar el mensaje del paso desde la muerte a la vida.

 

Esto es lo que realiza la Pascua del Señor. Nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar las piedras de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia”[3]

 

La fe también juega un rol muy respetable como vínculo humano y divino. Es un rasgo fundamental que nos habilita para la transformación de lo humano a través de nuestra propia divinidad, me vincula con un propósito que me supera en cuanto a mi mismo y me une con todo lo que me rodea. Si me quedo en mí, la libertad me reducirá al sepulcro, seré denso como el aceite corriendo así el riesgo de perder la fe.

 

¿Qué puedo crear si no creo, si no tengo fe? ….y vuelve el verbo para mostrarnos escenas que se repiten desde la humanidad.

 

“A veces nosotros pensamos que la alegría del encuentro con Jesús pertenece al pasado, mientras que en el presente vemos tumbas selladas: las de nuestras desilusiones, nuestras amarguras y nuestra desconfianza; las del “no hay nada más que hacer”, “las cosas no cambiarán nunca”, “mejor vivir al día porque no hay certeza del mañana”…”[4]

 

La libertad es un bien exigente; camina, hace las historias, impulsa las emociones, surte acciones y nos hace responsables de desplazarnos por dos muy distintos parajes.

 

Uno es la vía del individualismo, del yo para mí, egoísta, sordo, individualista, desconfiado. La otra vía es gregaria, para tener vida requiero del otro diferente, juntos alcanzamos a avanzar potenciados por la cooperación.

 

¿Qué nos regala hacernos uno con los otros, especialmente con los que juzgamos difíciles o complicados?

 

La divinidad de la compasión, la misericordia, la certeza de la confiabilidad revestida de esperanza firme y, muy especialmente experimentar el amor que es capaz de abrazar los misterios de la vida, que incluye nuestra vida traspasando los límites de los sepulcros.

 

En cambio, el individualismo incluso puede degradar a la misma fe, cuando nuestra fe invita a conservarnos en las tumbas, porque carece de amor o también puede que me atrapara a mí mismo en la búsqueda del futuro.

 

¿Dónde me extravié? ¿Qué he hecho para esconderme en el viaje hacia una nueva vida?

 

…y continua el narrador en la asamblea orante y nos dice:

 

“…trasmiten la recomendación del Señor, su invitación a los discípulos: que vayan a Galilea, porque allí lo verán (cf.V.7). Hermanos y hermanas, ¿qué significa ir a Galilea? Dos cosas: por una parte, salir del encierro del cenáculo para ir a la región habitada por las gentes (cf. Mt 4, 15), salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para ir hacia el futuro…Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza…es decir, nos pide que revivamos ese momento, esa situación, esa experiencia en la que encontramos al Señor, sentimos su amor y recibimos una mirada nueva y luminosa sobre nosotros mismos, sobre la realidad, sobre el misterio de la vida.”[5]

 

Me extravié en la desconfianza, en la arrogancia en creer que era más realista lo factico, que no era necesario darle crédito a la memoria de la fe, y me encontré extraviado entre las lapidas de las tumbas.

 

Así estar perdido me ha desgatado porque al decidir hacer el viaje sin mi divinidad, no alimenté a mi propio espíritu, ese que me expande para integrarme a la humanidad toda.

 

¿Qué fue lo que ocurrió en Galilea?

 

Allí el resucitado había realizado su ministerio de anunciación del Reinado del amor sin límites, llamó a sus discípulos, realizó milagros al compadecerse de los leprosos, ciegos y a quienes están desviados de lo recto o justo, predicó la buena nueva en las sinagogas, hace el milagro de la multiplicación de los panes, calma la tempestad y camina sobre las aguas, mostró su transfiguración y anuncia la resurrección.

 

Ahora, al escuchar al orador sacerdotal, aprecio su mensaje que me invita a regresar a Galilea y comencé a recordar que, de niño, en el instante memorial de la eucaristía, sentía una chispa inexplicable de sacralidad sin comprenderlo y me invitaba a realizar ese momento como uno de mis juegos ya tenor de lo cualahora puedo volver a ese primer encuentro.Fue tan amable al llamarme siendo pequeño, lo sentí y no era capaz de comprenderlo, y el orante lo describió así:

 

“Para resurgir, para recomenzar, para retomar el camino, necesitamos volver siempre a Galilea; no al encuentro de un Jesús abstracto, ideal, sino a la memoria viva, a la memoria concreta y palpitante del primer encuentro con Él…Haz memoria de Galilea, de tu Galilea; de tu llamada, de esa palabra de Dios que en un preciso momento te habló justamente a ti; de esa experiencia fuerte en el Espíritu…de esa luz que se encendió dentro de ti y transformó tu vida, de ese encuentro, de esa peregrinación.. Cada uno conoce dónde tuvo lugar su resurrección interior, ese momento inicial que lo cambió todo”[6]

 

Es a partir de esa memoria humana y divina, ese interludio espiritual testimonial que en estos días recientes me han servido para rehacer la mirada, invertir la ruta de mi camino, para escapar de cualquier sepulcro,al reencontrarme con otras memorias de mis tiempos pascuales. Si hay formas de regresar a Galilea…

 

Retomo la invitación que me ofrece el orante…

 

“Hermanos y hermanas, sigamos a Jesús en Galilea; encontremos y adoremos allí donde Él nos espera…Volvamos a Galilea, a la Galilea del primer amor. Que cada uno vuelva a su propia Galilea, la del primer encuentro, y resurjamos a una vida nueva”[7]

 

Vuelvo recordar y alcanzo a regresar a otros de mis Galilea, esos momentos refulgentes, en los que como lázaro el resucitado en Betania, dejé de morir y me levanté del sepulcro. Esa vez, la divinidad me ofreció a un enviado, un ángel de carne y hueso, se llama César y hoy se ha transformado en espíritu puro, ha superado ya los límites de nuestra vida física. Gracias a César sentí por primera vez la gracia y la divinidad que la compasión me ofreció al ser capaz de perdonarme por primera vez.

 

Al retomar la vivencia, escucho lo que me dice el orante…

 

“Recuerda tu Galilea. Haz memoria, revívela hoy…reconstruye el contexto, el tiempo y el lugar; vuelve a experimentar las emociones y las sensaciones; revive los colores y sabores…Volvamos a Galilea, a la Galilea del primer amor. Que cada uno vuelva a su propia Galilea, la del primer encuentro y resurjamos a una vida nueva”[8]


Barcelona -España, abril 14 de 2023



[1] Homilía del Papa Francisco en la vigilia Pascual del Sábado Santo 2023. Abril 8, 2023. Basílica de San Pedro – Ciudad del Vaticano. Vatican.va

[2] Ibidem 1

[3] Ibidem

[4] Ibidem

[5] Ibidem

[6]Ibidem

[7] Ibidem

[8] Ibidem

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