domingo, 25 de mayo de 2025

Y de repente todo cambia/Irma Wefer

 

Y de repente todo cambia

     Los amigos cercanos saben que tengo fascinación por los caleidoscopios. Versátiles, flexibles, mientras más se mueven más colores aparecen. En el caleidoscopio cada color tiene su lugar pero todos en movimiento. Las formas se juntan y separan, se mezclan y dan lugar a nuevos colores. Quizás de eso se trate la vida, de sobrevivir en el movimiento, de tratar de no desvanecernos en el cambio constante, de agudizar nuestro empeño por entender y descifrar ese rostro capaz de alimentar ilusiones y construir realidades, de acogernos a nuestra historia porque solo de ella puede surgir la esperanza.  

 

    Me asusta pensarme en un mundo donde somos extranjeros de nosotros mismos, donde los miedos y las dudas construyen el mapa indescifrable de la incertidumbre.

 

    Prefiero creer en esa energía activa y poderosa de la fuerza de transformación como habilidad inherente a la vida: adaptarse, aceptarse, sanar y resurgir. Como impulso hacia la expansión, hacia el ser más. Ésa que nos permite ver los desafíos no como finales sino como oportunidades para reevaluar, recalibrar y emerger más fuertes y conscientes.

   

    La incertidumbre puede paralizarnos. La falta de un camino claro, la imposibilidad de predecirnos en un mundo donde casi todo -creemos- está planificado y la pérdida del control pueden ser situaciones muy amenazantes. Pero pienso que allí radica su verdadero poder: cuestionar lo que damos por sentado, deshacer estructuras que ni siquiera nosotros sabíamos que eran innecesarias, nos vuelve más observadores, más curiosos y aprendemos a cuestionarnos más. La valentía de ver en lo inesperado un cauce hacia la expansión.

 

    Emocionalmente enfrentar y superar la incertidumbre nos da una profunda confianza en nosotros mismos, en lo que somos y lo que hacemos. Incluso cuando no tenemos  respuestas suficientes.

 

    Nos vemos frágiles en la incertidumbre y quizás seamos mucho más frágiles en la estabilidad. En la vida nada nos es dado. Todo tiene un revés y un contrario. Hasta el amor, fuerza a la que nadie escapa por presencia o por ausencia, puede ser refugio o desamparo, pregunta o respuesta. Isla anclada a la roca, pero también continente. Anhelo de eternidad o vivencia del instante entre la brevedad de la piel. Es vientre y es desamparo. Es posesión y parto. Es, veces llaga y a veces cura. Es aliento prolongado en un suspiro. Es el regalo de un milagro o herejía que reta a Dios. Es besos, también martirio. Es universo y detalle. Al mismo tiempo, es axioma y confusión.

    De repente, nos damos cuenta que frente a la intemperie solo nos tenemos a nosotros mismos. Descubramos lo esencial, cuidémoslo y dejemos que lo demás cambie y se transforme.

Irma Wefer

 

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