Lo dulce
(La
historia de una canción, en Navidad)
Hace mucho tiempo, caminaba un niño por las areniscas
carreteras de Belén. Él tenía un tamborcito que le había fabricado su abuelo
con unos hierros de carretas y un cuero de una oveja que estando enferma, se
sacrificó. Solía caminar arrastrando el polvo, lo golpeaba con sus piecitos
humildes y a cada tanto, brincaba de entre los remolinos que causaba. Todo era
árido, hacía tiempo que no llovía; de hecho, hacía tanto calor, que el cuero del pequeño tambor se estiraba y
sonaba un poco mejor.
Observó esa mañana temprano que mucha gente corría de un
lado a otro, murmuraban, bailaban, sin saber que años más tarde se convertiría
en sangre pintada en las paredes, como anunciando el final de la inocencia.
Pero ese día no. Ese día era de paz. El niño se llamaba Ben, que significa hijo,
en hebreo. Pero él se llamaba solo Ben , ya que no se sabía de quien era hijo.
No tenía muchos amigos, solo su tambor y un pequeño zurrón donde guardaba
pequeños objetos de gran valor como piedras, semillas, y hojas secas, mezcladas
con el polvo del camino. Dentro del zurrón solía esconderse una pequeña abeja
de quién había de aprendido el significado de la amistad. La abeja venía todos
los días, y lo había hecho así, por mucho tiempo.
Ese día, caminó. Lo hizo sin rumbo fijo, no como siempre ya
que en especial este, caminó más distraído que de costumbre. De vez en cuando
reconocía unos zumbidos del zurrón y sabía que la abeja le hablaba, y él
respondía. Respondía como cualquier cosa, como para que no se sintiera que no
la tomaba en cuenta. En un momento de la marcha, se paró frente a un grupo de gente.
Se arrimó a los primeros pies y se fue escabullendo entre ellos hasta llegar a
los primeros y poder ver a una casa que tenía un brillo especial. Había un
niñito en un pesebre y la gente lo admiraba. El ruido en el zurrón estaba más
agitado de lo habitual por lo que lo abrió y dejó salí a la abeja, la que voló
cerca del niño. Ben no se preocupaba por ella, sabía que era responsable y que
no le iban a hacer daño. (Y mucho menos de ella al niño)
En ese momento se colocó de frente con su pequeño tambor y
tocó. Con los años, han comentado algunos ángeles que sonó como fantástico;
todos callaron y escucharon el sonido prodigioso, venido de la piel seca de la
oveja, del metal y del zumbar de la abeja. Al terminar de tocar, el niño quedó
en silencio. Los pastores todos quedaron en silencio, todo estaba como
congelado. Solo los ojos del niño santo buscaban cual había sido el origen del
sonido, hasta que lo encontró y el niño santo le sonrió. Ben supo que le había
dado su mejor regalo y que el niño se lo había agradecido. La abeja de Ben
regresó a su colmena y le contó al resto, sobre la canción que le tocaron al
niño Dios. Las abejas todas, como continuación del canto, llevaron polen y
libaron miel, hasta que esta comenzó a caer en cascadas por las calles
empolvadas, por los ríos, por los aires. Hacía tanto calor que la miel se volvió
espuma blanca, espuma dulce de la miel. Ese día, los habitantes todos, viendo
las calles cubiertas de blanco, recordaron la nieve que alguien alguna vez contó que
existe, y a las historias de Noé con el maná del cielo.
Ese día lindo, hasta el niño Dios conoció lo dulce que puede
ser un regalo que se da desde el corazón.
Alberto
(Les entrego la letra de la canción y ahora quizá le
encuentren sentido…)
El pequeño tamborilero
Autor desconocido
El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey.
Le traen regalos en su humilde zurrón,
ropopopom, ropopopom.
Ha nacido en el portal de Belén
el Niño Dios
Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropopopom, ropopopom.
En tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor.
El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
ropopopom, poroponponpon.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió.
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey.
Le traen regalos en su humilde zurrón,
ropopopom, ropopopom.
Ha nacido en el portal de Belén
el Niño Dios
Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropopopom, ropopopom.
En tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor.
El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
ropopopom, poroponponpon.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió.
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