Dijo Erich Fromm: “El amor es un acto de fe y quien tenga
poca fe, también tendrá poco amor”.
Cuando se planteó la Fe como tema
a tratar en nuestra decembrina sesión del club, vinieron a la mente varias
ideas, recuerdos y reflexiones asociados a este concepto, que fueron madurados
y cultivados a lo largo de distintas etapas la vida. El pensamiento más
relevante o insistente, fue: ¿Qué diferencia un acto de amor, de un acto de fe?
¿Acaso no todo acto de fe lleva implícito un acto de amor?
Hace varios años, cuando el
Alzheimer que padecía mi madre se hizo sentir de forma arrolladora sobre la
dinámica y estructura de la familia, amenazando incluso la integridad física de
ella, decidimos que era el momento de apoyarnos en otros para prodigarle el
cuidado más adecuado a su condición, de acuerdo a nuestras posibilidades. Fue
así ,como comenzó su vida en el Hogar de Ancianas donde residió hasta sus
últimos días en este plano.
He allí lo que estimo fue un
primer acto de amor, en el marco de una nueva etapa, en el inicio de un viaje
de descubrimiento de los propios límites y capacidades, tanto para ella como
para mí. Ese acto de amor, lo fue también de fe. De esa que deviene de la
confianza en que cualquier decisión basada en el deseo de cuidar y resguardar a
la persona amada, de un entorno que por las circunstancias ya no era seguro, de
protegerla incluso de sí misma; no puede ser sino la mejor decisión.
Hago aquí referencia a lo escrito
por mí en otra parte, en cuanto a otra determinación tomada en algún punto de
ese proceso de acompañamiento en la enfermedad, me refiero a la de vivir mi
relación con mi madre desde el “aun” en lugar desde el “ya no” y a partir de
allí, asumir que cada día con ella era una oportunidad de disfrute. Esto en
lugar de aferrarme a un pernicioso y para nada constructivo: “ya no” puede
hacer esto o “ya no” es capaz de aquello otro.
Fue ese otro acto de amor, hacia
ella y hacia mí misma, basado en la fe de que solo en el pleno y consciente
vivir del momento presente, podemos encontrar la paz y fortaleza necesarias
para un futuro provechoso y con sentido.
Pequeños actos de amor en el
largo transcurrir de ese viaje, se hicieron patentes en cada oportunidad de
bailar con ella, porque “aun” apreciaba la música y ciertamente cada vez con
más dificultad, podía bailar. Cada vez que en pocos minutos me preguntó al
menos 20 veces como me iba en el trabajo, porque “aun” podía articular una oración
compleja y “aun” tenía alguna noción de que yo en efecto tenía un empleo. Cada
vez que respondió con besos a mis muchos abrazos y apretujones, porque “aun”
sentía el poder del afecto y era capaz de responder con su cuerpo, sin importar
si estaba consciente o no de que era su hija quien la besaba. Detrás de todos
ellos, estuvo siempre la fe de que con cada baile, conversación y abrazo, ella
recibía una dosis de disfrute y bienestar más poderosa que la que cualquier
medicamento le podía dispensar.
Finalmente, cuando el cuerpo
agotado, la voluntad divina, el espíritu ya preparado o todos estos factores en
conjunto, determinaron que era el momento de partir, lo que llegó acompañado de
un sufrimiento físico y agonía, a mi juicio totalmente injustos e inútiles; se
hizo necesario pedir ayuda nuevamente, esta vez a ese Dios en quien tanto creo,
clamando en oración no por la recuperación basada en el aferrrarse a lo que
claramente ya no tenía ningún sentido, sino porque finalmente pudiera emprender
ese otro liberador y trascendente viaje.
Hoy juzgo y valoro esa plegaria,
como el último y tal vez más grande Acto de Amor y también de Fe.
Liliana Barros
Dic, 2016
Hermoso relato. Oírlo ayer me conmovió.
ResponderEliminarHola Liliana, gracias por compartir este triste pero bello a la vez relato. Estoy de acuerdo contigo ! el amor también les de fe. Me imagino ese trance de acompañar a tu madre a esa nueva residencia. Me imagino quizás también familiares cercanos y amigos cuestionando tu decisión, cuando no les corresponde juzgar tu acción de amor verdadero. Estamos pendiente para conocernos personalmente. Me gusto tu escrito, muy bien ordenado y lograste transmitirme emociones.
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