El apellido en cuestión no
tiene traducción del italiano; se traduce a sí mismo. Sin embargo, la búsqueda
de su origen me lleva a un pequeño pueblo al norte de Italia, justo muy cerca
de San Remo, en el mediterráneo; como debe ser.
Quizá hace algún tiempo ese apellido viajó en busca de mejores
oportunidades de la Europa del siglo XX que solo conoció guerras, y divisiones,
encontrando en la Venezuela de América, un espacio de paz, de oportunidades y
de acogimiento.
Así es como desde todas
partes del mundo llegaron, los Abrahan del Líbano, los Cavero del Perú, los
Lindner de Alemania, los Arnone de Italia, los Da Gama de Portugal, y los
García de España; (los Garassini también). Todos convergieron en este
maravilloso país para construir historias juntas y alimentar tesoros de
imágenes y recuerdos del pasado para la edad de oro, y esperanzas, trabajo y
optimismo para el futuro. Es que somos
hijos de la movilidad, en la cual aspiramos en estar mejor y poder conseguir en
cada paso que damos, la mejor versión de nosotros mismos, para que podamos
entender a la felicidad, no como una entelequia sino como un hecho tangible,
posible y alcanzable. Somos hijos del devenir; y desde allí, no es extraño que
tengamos raíces muy lejos del “acá y ahora”, y no es extraño entonces, que podamos
ser raíces en otras partes también.
El devenir es parte de lo
maravilloso de la vida, es lo que nos conecta cada día con un mundo de
posibilidades, de oportunidades y de retos. Hoy en día, ya no me burlo más de
la frase de aquel personaje de Ibsen Martínez que se llama Eudomar Santos, en
la obra “Por estas calles”, donde decía con cierta insistencia y como letanía
justificativa: “como vaya viniendo, vamos viendo”. Por años la he usado para
explicar lo que no se debe decir en la aplicación de la gerencia. Hoy en día,
no me parece desacertada. Es el devenir. Lo que nos va pasando mientras vamos
viviendo y viceversa, en este inacabable esfuerzo por no decaer y en él, aunque
parezca mentira, poder ayudar a otros a que lo intenten.
En el devenir entonces, no
es extraño que nos movamos. No importa, pues vamos a construir otros mundos en
la mirada positiva del bienestar. Además, este grupo más que ninguno conoce la diversidad
y la fuerza del movimiento del devenir, ya
que procedemos de muchas partes. Es así, que en esta realidad, construimos un
mundo diferente, un mundo más amplio, un mundo-mundo. En esta realidad, los
amigos que se mueven, lo hacen para muy cerca, en la misma aldea global. Solo,
los dejamos de ver por un ratito físicamente pues siempre sabemos que estarán
allí; es más, casi al lado del corazón.
Así que Lele, que te puedo
decir que no haya dicho y cuanto todo lo dicho sea por tu causa. Los amigos no
se van; todos los movemos; eso es lo mágico de la vida. Lo importante del todo,
es poder ser parte de ello; nada más. En el ínterin, nos amamos, reconocemos intensamente
y somos sin dudas, parte de todos con los que hemos tenido la dicha de
cruzarnos y convivir. Solo te mueves un poquito y por poquito tiempo. Todo
sigue, todo cambia, en el entendido de lo aprendido en la psicología positiva, es
que nos movemos para ser mejores, y para amar y ser amados con más fuerza.
Feliz viaje querida amiga;
estamos cerca, nuestros corazones están entrecruzados y eso, ni la fuerza de la
distancia lo puede cambiar. Te queremos
mucho.
Lele, yo hoy te regalo: “un
mapa de ruta que te lleve a puerto feliz y allí construyas naves mágicas para
que en un futuro, todos podamos navegar sin tener que despedirnos”.
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