Una mano firme, segura, práctica y certera, que no dudaba, y quizás con el hábito que desarrolla la práctica, tomó la otra, apenas asomada, sin fuerza, perteneciente a un ser que sentía ahogarse, y en ese momento no sabía como seguir nadando y flotar…
Ese fue mi primer encuentro con María Elena Garassini, en su oficina, en uno de los días de mi vida en que me sentí realmente desvalida. Yo tomé esa mano y me dejé guiar hacia donde me indicó, refiriéndome a dos personas que en ese momento me ayudaron a ver las posibilidades. Con ella y una de las personas tuve solo una conversación. Cada una de esas conversaciones me sirvieron para apoyar un pie, para hacer fondo y volverme a impulsar. La otra persona se metió amable y amorosamente en mi corazón, para que yo lo pudiera escuchar.
Por María Elena Garassini siento Gratitud.
Descubrí luego que esa María Elena Garassini estaba dictando en la Universidad Metropolitana un taller de psicología positiva para profesores, que vi como oportunidad para apreciar otras miradas sobre temas que habían sido siempre de mi mayor interés personal. Disfruté mucho ese taller, validando algunas de mis ideas y prácticas, consolidando otras, y aprendiendo muchas más. Luego se abrió el diplomado de Psicología Positiva, coordinado por ella y yo, con muchas ganas de participar, siempre tenía en mi vida alguna otra prioridad por encima de ese interés. Trabajando, igual que ella, en la universidad, siempre tenía referencias de lo bien que resultaba y el éxito que tenía.
María Elena Garassini me lucía inspiradora.
Entonces, frente a un reto personal crucial, la amorosa persona que había estado en mi corazón me recordó que tenía pendiente aquél diplomado y que era el momento de inscribirme para aprender y aprovechar las herramientas que me ayudarían a mejorar mi bienestar. María Elena tomó mi mano una segunda vez al atender la petición para ingresar en la cohorte que estaba por comenzar. Hice los dos diplomados de Psicología Positiva. Y recibí con ella la primera clase y la primera materia. Alli estuve en espacios donde pude compartir intereses y algunas creencias con tantas personas diferentes que me mostraron perspectivas que no hubiera imaginado.
María Elena me parecía exitosa.
Me doy cuenta que hasta ahora. En nuestra interacción, María Elena se movía en su ámbito laboral y profesional, mientras yo lo hacía en el personal.
Habiendo decidido retomar un hábito placentero que sin duda contribuye al bienestar, me apunté en los talleres de escritura positiva de Ángela Feijóo. Cumpliendo con los requisitos del momento, ingresé al Club de Escribidores, que ya tenía algún tiempo de creado y al que María Elena pertenecía, donde la mayoría de las personas, de su cohorte favorita de los diplomados, la llamaban, cariñosamente, Lele. Durante mucho tiempo, sintiendo que no la conocía lo suficiente, para mí continuó siendo María Elena.
Con el tiempo, aquella distancia desde la que yo la veía en su ámbito profesional, se fue acortando a medida que compartíamos sinceros escritos con los que nos mostrábamos y, durante los ratos de nuestros encuentros, con el intercambio de alguna opinión y sobre todo, inmensa, gratificante y cómplice diversión.
Aunque ya hizo por mí suficiente para una vida, siento que la razón por la que nos hemos cruzado todavía no se ha materializado.
María Elena Garassini, en este club pasó para mí a ser Lele. Y estoy segura que un día ella también se enterará del sobrenombre que utilizan mis seres cercanos.
Carmen Lucìa Rojas
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