sábado, 23 de febrero de 2019

No hay enemigo chiquito


“No hay enemigo chiquito”- dijo entre dientes una vez, Juan, el hijo de Pedro. Y resulta que lo visualizaba cuando lo recordaba.

Juan solía ser un maestro de escuela y era querido por sus estudiantes. Colocaba el interés de sus estudiantes por encima de las directrices de los directores. Por un lado le pedían bajar los costos y por el otro que los estudiantes estuvieran contentos. Nada fácil de lograr, y al final, siempre escogía que los estudiantes estuvieran seguros y protegidos. Eso lo hizo ser mas querido aun, lo que enfurecía a las directoras.

Una de las directoras llegó a tener un poder total, muy por encima del Consejo superior formado por los propietarios y los mecenas del colegio. Un dia, le tendieron una trampa al pobre Juan y lograron separarlo de su cargo; solo lo dejaron ocuparse de una materia. Las directoras quedaron complacidas con la patraña y Juan quedó medio infefenso. Las directoras en sus creencias, decían entre si que habían vencido las amenazas.
“-No hay enemigo chiquito”- Volvió a susurrar. Resulta que este enemigo chiquito, insignificante, inocuo, excéntrico, diacrónico y melancólico, resultó ser familia de un integrante del consejo. Un día en una reunión familiar conversaron.

-¿Cómo te va en el colegio?- preguntó.

-Bueno, me separaron del cargo- contestó

-Ah carama ¿y eso?

-El Consejo no se ocupa de nada y deja discreción total interna-, contestó como si hubiera preparado la respuesta y la verdad es que fue medio ingenua. No se quejó, no inculpó, no se hizo la víctima; solo fue al origen del problema e hizo una declaración con afirmaciones sugeridas. Y fue así como poco a poco y como un castillo de naipes, que Juan vio desplomarse a cada uno de los directores que hacían un poco de lo que les daba la gana.
La comunicación es un poder. De allí, en el momento oportuno, con las palabras precisas fue que Juan ocasionó que cada parte hiciera su trabajo y de allí, que cada quién ocupara lo que le corresponde. Juan no regresó a su cargo, pero le alivia pensar que la forma de dirigir, “como me da la gana” se haya terminado. Quién iba a pensar que una pieza tan pequeña en ese juego de ajedrez, pudiese ocasionar tal descalabro. Hoy sin dudas, se estarán preguntando entre ellas, que sería lo que pasó. Definitivamente, una enseñanza de vida, y en el crecimiento personal, es que debamos tomar decisiones con respecto a otros. Hacer lo correcto siempre es lo correcto. Si no, corremos el riesgo siempre de tener un enemigo chiquito.

Hoy, Juan sabe defenderse y le ha ido bien con eso. Va directo al punto con la gente que toma decisiones o les recuerda que las deben tomar. Le ha funcionado. También ha aprendido lo mismo con los amigos, pero al revés. “No hay amigos chiquitos”, se dijo una vez como para certificar la afirmación. Y es así, no hay amigos chiquitos; todos son grandes, pues con pequeñas cosas, pequeñas ayudas, pequeñas emociones, es que se pueden generar olas inmensas en contraprestación. Juan sabe ahora, que el amor es siempre chiquito, pero grande en lo que deja.

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