Autor Martín A. Fernández Ch.
Fecha:
26/07/2020
En mi casa de infancia, que realmente era un apartamento (los venezolanos estamos acostumbrados a llamar al lugar donde vivimos “casa”), teníamos una habitación que le decíamos el “cuarto viejo”, que por alguna razón (que hasta la fecha no entiendo del todo) no se usaba como habitación, era donde se guardaban los trastes viejos: caja del arbolito de navidad, la cuna que ya no se usaba, juguetes viejos, herramientas, maletas, rines de caucho; es decir, todo aquello que no se usaba o no tenía uso recurrente, era algo parecido a lo que ahora se conoce como “maletero”.
Dicho “cuarto viejo” era para nosotros (los cuatro hermanos) un lugar poco visitado, creo que debido a su desorden y oscuridad (normalmente tenía el bombillo de luz quemado, o no lo tenía, porque no importaba), aunque tenía una ventana que le daba cierta claridad en el día, pero no dejaba de ser lúgubre. También era un lugar donde el peligro estaba latente, porque, debido a que en planta baja (nosotros vivíamos en un segundo piso) se encontraba un almacén de víveres al mayor, lo cual generaba que las cucarachas y los ratoncitos (algunas veces, ratas tamaño conejo) estaban al orden del día, que se escondían entre los trastes. Por esto, cualquiera podrá entender que, cuando nos mandaban a buscar algo al “cuarto viejo”, era como entrar a una cueva oscura donde cualquier demonio podría aparecer y era una proeza salir ileso de ese lugar. Y si era de noche, no nos atrevíamos a explorarlo.
Habían ocasiones que no nos atrevíamos a entrar al “cuarto viejo” por un buen tiempo, particularmente cuando habíamos visto alguna película de terror de aquella época, como las aventuras de Abbott y Costello, donde podías ver a Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo juntos, o de fantasmas, o sus andanzas por el desierto de Egipto donde se conseguían a una momia, o también aquellas otras películas de extraterrestres, que eran criaturas amorfas que tragaban hombres, o del Hombre de la Laguna Negra. Ni las correas, cholas, coscorrones o cualquier otro método disuasivo, que nuestros padres pudiesen emplear, nos hacía entrar al “cuarto viejo”.
Con el tiempo, ya algo mayores en edad, dicho “cuarto viejo” se transformó en una habitación, para poder distribuir a cuatro hombrecitos en dos habitaciones. Pero ese “cuarto viejo”, que ya no era “cuarto viejo”, seguía siendo un lugar que se las traía. Una vez, mi hermano May (el que me sigue), ideó la simulación de un fantasma en la habitación, escondiéndose a un lado y agarrando la manga de una camisa (guindada en el closet que estaba abierto) con un largo hilo, para asustar con la camisa que se movía, supuestamente sola, a todo el que entrara a la habitación; primero, nos asustó a nosotros los hermanos, el último fue a mi papá, quien realmente se espantó, pero que luego se rió cuando todos a carcajadas le dijimos “te asustaste, te asustaste”.
Por eso, por ser un lugar tan particular, de tantas anécdotas y acontecimientos, el “cuarto viejo” sigue existiendo en nuestros recuerdos; por ello, cada vez que veo un depósito o un maletero, se me vienen al presente aquellos momentos vividos de niño y no tan niño, con una sonrisa pícara en mi cara. Este humor del bueno siempre estuvo y está presente en la familia, a mi mamá le gustaba reír y nosotros nos reíamos con ella, era un disfrute acompañarla para ver las películas de Abobbt y Costello, la India María, Cantinflas, Tin Tan, entre otras, y los inolvidables programas de Radio Rochela. Aún hoy, recordamos sus carcajadas y seguimos bromeando.
FIN
Jajjajajja vaya cuento, de verdad. Para los que lean este comentario, soy May, el hermano de Martín. Creo que ese nombre de cuarto viejo lo inventamos nosotros como otras muchas cosas y deportes consecjencia de tener a cuatro hermanos dentro de un apartamento. Es cierto lo de ese cuarto, a veces daba miedo. Mi madre lo mudó varias veces a medida que fuimos creciendo. Te felicito hermano, este cuento logró su cometido, rebuscar en lo mas íntimo de mi mente, porque dicho recuerdo lo tenía dormido desde que nos fuimos de ese apartamento. Nunca volví a usar esa definición de cuarto. Graciaa y felicidades
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