Por: Martín A. Fernández Ch.
Fecha: 26/12/2020
Era Junio de 1953 cuando ella nace en manos de
un artesano de Vallehermoso, un pueblo de La Gomera, una de las siete islas de
Canarias. Cipriano la mandó a hacer para que su hijo, de apenas 15 años, pudiese
llevar su pocas pertenencias a Venezuela, como ya lo había hecho su hermano
mayor, en búsqueda de un mejor porvenir porque, en esa época, comer era una
proeza diaria, debido a las secuelas de
la guerra civil española, terminada hace 14 años, y al gobierno militar
franquista.
Ella, en manos del joven, emprendió lo que
sería su primer viaje. La carretera vía al puerto de San Sebastián era muy
sinuosa, su incomodidad era compensada por el hermoso paisaje montañoso donde
abundaban las palmeras (de donde los pueblerinos sacaban la savia para hacer
miel), los llanos de maizales (producto necesario para fabricar el gofio) y las
viñas cargadas de racimos prontos a madurarse. Al llegar al referido puerto, se
subió a un barco, siempre agarrada por el joven. De allí, zarparon de noche
hasta llegar, un poco antes del amanecer, al puerto de Los Cristianos, en la
isla de Tenerife.
En este puerto, los estaba esperando el buque
Urania II, a donde se montaron. Al juntarse con otras maletas y mochilas, se
entera que ésta embarcación era un trasatlántico usado en las dos guerras
mundiales para trasladar soldados y ahora, en tiempos de paz, se estaba empleando
para llevar a emigrantes europeos para América, quienes huían del hambre y de
la desesperanza.
La maleta, en cierto modo, la pasó algo
aburrida. No había nada que hacer durante el viaje por el Atlántico. Veía a su
joven dueño que caminaba de un lado a otro, salía a la cubierta y regresaba,
conversaba con algunos pasajeros, quienes eran paisanos con los mismos sueños y
que se conocieron allí mismo; porque los demás, que eran la gran mayoría, hablaban
de una forma extraña, enterándose luego que eran de origen italiano. En cierto
momento, escuchó al joven decir "¡Coño, nunca había escuchado un idioma
distinto al español!"
Pasó más de una semana, cuando la maleta
escucha una algarabía en el casco del barco. Todos los pasajeros, que eran algo más de 400,
empezaron a recoger sus equipajes que se encontraban debajo de las literas o
encimas de los colchones ya desgastados por tanto sudor de almas guerreras, quienes
buscaron dormir para calmar sus angustias. El joven, la agarra y sube a la
cubierta. Acababa de amanecer, había un cielo totalmente despejado dejando ver
su intenso azul. El barco ya había atracado en el puerto de La Guaira, al
frente se veía el cerro Los Cachos lleno de casitas (como un nacimiento), también
la hermosa Avenida Soublette recién construida. Al Oeste se presentaban algunos
pequeños edificios en Maiquetía y hacia el Este se encontraba la Casa Güipuzcuana
y el edifico del Correo, con la plaza Bolívar en frente. Ella estaba extasiada,
al igual que el joven, era la primera vez que veían una ciudad, se notaba que descubrieron
a un país que estaba entrando a la modernidad y en desarrollo, y sentían la
confianza de poder pertenecer a ese progreso.
A la maleta, que además de contener las pocas
cosas del joven, llevaba lo que un emigrante necesitaba: esperanza, Fe,
optimismo y humor, se le ocurrió decirle a su dueño “bueno Toño, ¡Toca madera!
Porque hemos llegado a la sucursal del cielo, al mejor país del mundo:
Venezuela”.
FIN
Era ele sonho del ITALIANO ELE ESPANHOL DEPOIS OS MADEIRENCES VENEZUELA ERA ELE SONHO E A MAIORIA SOFRERAO MUITO A CHEGADA NON CONHECIAO A NADIA AZIAO QUALQUER TRABALHO PARA PODER ALIMENTARSE MAS DEPOIS CONSEGUIRAO TRABALHO NESTE PAIS QUE ENPESAVA A PROGREDIR FUERAO TRBABALHADORES VALIENTES Y HOJE EM DIA SAO GRANDES ENPRESARIOS
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