Amor
Confieso que he estado dos
veces de Nueva York. La primera, con mis padres que llevaban a mi hermano a que
le colocaran audífonos para palear la sordera, producto del uso de medicinas en
mi madre embarazada, de las cuales no se conocían los efectos secundarios. La
segunda, estaba por graduarme de arquitecto y aproveché un plan cuyo fin era
despedir a la obra de Picasso llamada Guernica, que regresaba a España. Era
como 1981 y la venezolana Maritza
Sayalero se coronaba de Miss Universo. La vi en la TV esa noche, caminando por la 42.
Era como la independencia de
viajar tan lejos y solo. Éramos un grupo pero cada quién hizo lo que quiso
estando allá. Por lo menos, el organizador consiguió unas entradas para ir al
Museo de Arte Contemporáneo, MOMA para ver la retrospectiva del pintor.(Y ya no
lo volvimos a ver mas es las dos semanas). NY, NY, decían las tazas de cerámica para
indicar a la gran manzana.(Big Apple). Nosotros, preferimos llamarla Manhattan. Según
mis compañeros y compañeras de viaje y al caminar ese verano por Manhattan, mis
ojos se convirtieron de marrón en azul. Cosas del clima. Creo que tuvo que ver
el aroma del café, la salsa de maple, el olor del Metro y de la emoción de
subir las torres gemelas en el ascensor expreso a alta velocidad.
Soy un amante de Manhattan.
Ayer justo descubrí en un artículo de portal de noticias, que el edificio viejo
donde trabajaba mi padre en el centro de Caracas, llevaba ese mismo nombre. El
artículo reconocía los valores arquitectónicos de los primeros edificios Art
Noveau de la ciudad. En el año 1979, dos años antes de mi viaje, Woody Allen, el cineasta, dirigió y produjo una
película sobre NY, NY. Su nombre por supuesto es “Manhattan”. La debí haber
visto unos años después, en el Centro
Comercial Ciudad Tamanaco, CCCT, de Caracas. El tema musical de la película es
“Rapsodia in blue” de George Gherswin.
Para los amantes de la ciudad, entendemos que esa música, es la ciudad
viva, escrita en forma descriptiva perfecta, que algunos pensamos que la
reconocemos al escucharla. La música se vuelve emoción y recuerdos tejidos en la piel.
Así, con mi rapsodia, salí
del cine y vi a Sol. Una amiga preciosa del bachillerato con quién no me cruzaba desde 1982. Gran sorpresa y
abrazos que nacieron de la emoción y la nostalgia. Con ella, la delgada figura
de Amor, su mama. Amor fue famosa entre nosotros terminando bachillerato. Yo
era el Presidente del Comité Pro graduación del 5C. Ellas vivían en un Ph en El
Paraíso y era como el centro de control de las labores de recolección del
dinero para viajar todos, probablemente, a México. (La verdad es que lo
recolectado se lo dimos a una compañera que necesitaba una operación de columna,).
Amor era un amor. Sus afectos eran auténticos y le gustaba que nos reuniéramos
con Sol.
Cuando nos reuníamos en su
casa, nos preparaba “Pollo a la King” una suerte de cubitos de pollo en una
salsa espesa con base de leche. Pícaramente le agregaba queso Cheddar para que
tomara un color ligéramente amarillento. “La comida entra por los ojos” solía
decir mi mamá con respecto a la presentación de la comida. (¿O era el amor que
decía?). Yo creo hoy que en cierta forma, me gusta cocinar e inventar en la
cocina, por esa forma de presentar ese plato.
Hoy, frente al tema del mes
del club de escribidores, recordando los tipos de amor, el philos, el eros o el
ágape, me acordé de Sol y de Amor, su mamá. Y fue así, que escuchando los 17
minutos de la rapsodia de Gherswin y recordando a las Manhattan; la película y
la ciudad, es que fui a la cocina y me consentí preparandome el “Pollo a la
King”
La gran riqueza de la gente
grande o mayor, es la capacidad de traer a tiempos presentes, los mejores
recuerdos, que de alguna forma, nos forjan a ser lo que en parte, somos. ¡ Qué
bello es recordar !
Alberto
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