Caracas, 27 de noviembre de 2022
Mis muy queridos escribidores:
Hace tiempo nos
hacemos una pregunta que tiene que ver con nuestro sentido de pertenencia:¿qué
nos mantiene unidos? La respuesta es
evidente: compartimos el ADN de la psicología positiva. Sumado a nuestra razón de
ser: la creencia de que “escribir hace bien”.
Lo que consolida
a un grupo es la confianza y ésta viene ligada a la identidad de en quién se
confía. La pregunta surgió sola ¿Quiénes somos?
Para ver claro
necesitamos un cristal limpio, diáfano, por el que entre la luz y se pueda ver
más allá. Se me ocurrió que eso somos: cristales multicolores de honestidad y
cariño unidos en un caleidoscopio que se mueve al ritmo de alegrías y
tristezas, dudas y certezas, erratas y aciertos, risas y encuentros. Gente
bonita empeñada en construir la mejor versión de su ser en la fragua de su hacer cotidiano.
Vivimos en un
mundo donde abunda el ruido para no oír los miedos que habitan en el silencio. Somos palabra amable y sosegada en el bullicio del
mundo. Y el día que la pandemia obligó al mundo a detenerse y adentrarse en los
lugares inciertos del silencio, entramos en desacato y nos hicimos palabras de
coraje y resiliencia.
Somos espejos que nos reflejan. Cortázar lo descubre en una maravillosa frase: “para verme tenía que mirarte”. Encontrarnos en el ser y en el quehacer del otro. Es como trasegar el mismo vino en dos cuerpos diferentes. Puede que nos acerque y a veces nos aleje, pero al final del día es un vino que se hace familiar.
Somos presencias
transformadoras. Hay presencias que iluminan el alma. Presencias que son
compañía y apoyo, que expanden nuestra mirada del mundo al sumar la suya, que
nos hacen ser personas más abiertas y tolerantes. En resumen: más generosas.
Citando a Francois Mauriac: “Somos moldeados y remodelados por aquellos que nos
quieren.”
Somos los locos que, a contracorriente, comparten
la idea de que el amores líquido como el
torrente de un rio, con su fuerza, su flexibilidad, su continuidad y
constancia. Fluye y no lo detienen los obstáculos, porque el amor es
resiliente. Sólida solo la roca rígida y dura.
Somos hombro para apoyar
la cabeza cuando los itinerarios no nos son favorables. La amistad, la solidaridad
y la compasión son retoños de nuestros huertos.
Somos la capacidad de asombro de ese niño travieso
que sigue descubriendo el mundo. Con inocencia en la contemplación, bondad en la
intención y sabiduría en la interpretación. Discernimos desde el entusiasmo y acogemos
con osadía los rastros de nuestra historia con la ilusión de hacerlo siempre un
poco mejor.
Somos cascebeles de risas,
a veces espontáneas e inocentes; a veces, inteligentes, agudas, perpicaces. Y
siempre con el irrevocable sello de la libertad.
Somos iridiscencia de fortalezas que se hacen
compañeras de camino. Salimos a su encuentro a diario porque sabemos que ellas
nos marcan la línea fronteriza entre lo que soy y lo que quiero llegar a ser. Efecto
mágico de la voluntad que se hace hábito.
Somos tejedores de
bienestar. Empeñados en hacer del PERMA rueca donde se anudan los hilos de
nuestras experiencias. Entre nudo y
nudo, sentimos pasión por mostrar a los
otros su capacidad para tejer, desde el bienestar, su propio tapiz.
Somos los escribidores, compartimos
el amor por las palabras que nos nombran, nos cuentan, nos descubren y nos
salvan. En cada escrito compartimos la ruta
y el refugio.
Compartimos el difícil oficio de estar vivos. La fe en que la vida es un milagro que se revela cada día. Y juntos podemos verlo con más claridad.
Se les quiere y admira,
Irma
No hay comentarios:
Publicar un comentario