La magia del encuentro,
Vivimos. Transitamos por la vida: por la nuestra, y junto
a otros. La vida suele presentarse justo como un encuentro, reconociéndonos, y
aceptando a otros en nuestras vidas. La amistad, por cierto, puede ser una
posibilidad mágica, que, como crisol, mezclan almas; aquellas más vulnerables,
indelebles, y suficientes. Llegamos, como decía una profesora, cuando más nos
necesitan, pero yo agregué también, que es cuando más los necesitamos.
Entendemos que, en el arte de acompañar a otros nos
suceda, y veamos que llegan a mostrarnos cosas que no hemos visto aún. Y ocurre
de muchas maneras; en soledad, cuando un día sin planearlo, nos vemos en los
ojos de quién encontramos en el espejo,
y nos convertimos en nuestro mejor amigo. También, en la magia del encuentro,
lo vemos en iguales, entre géneros, entre disímiles en edad y creencias, entre
pocos, o entre muchos, y con Dios. Este último, nos mandó a su hijo para que
tuviéramos un encuentro de amistad fraternal espiritual.
La amistad llega por azar, por admiración, por perseverancia,
o por ser incluso, inevitable. “Son dos cuerpos y una sola alma”, dijo un
sabio. Un día nos damos cuenta que amor y amistad, tienen el mismo origen de la
palabra, y que ambas pudieran ocurrir sin intimidad. Es así, como entendemos el
verdadero sentido de la amistad. La verdad es que nunca llegamos
a saber todo acerca del otro o de los otros; solo, lo que nos integra,
pertenece, nos protege o alimentamos. Las otras certezas habitan en el otro o
en los otros, y no son, definitivamente, algún sujeto de la verdad. Lo que
observamos es, solo magia.
Alberto
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