sábado, 25 de agosto de 2018

“El tiempo el implacable, el qué pasó”



Por los años de 1974, me estaba graduando de bachiller. Veníamos de unos años desgarrados y violentos, producto en parte del mayo Francés del 68 que a Venezuela llegó por los 70. En esos tiempos solíamos escuchar a la nueva trova Cubana, cantando letras que hoy en día, sabemos que no entendimos mucho. Sin embargo, Pablo Milanés, le puso música a los versos de José Martí. De ellos, “el tiempo el implacable, el que pasó” ha quedado por años en nuestra memoria:

El tiempo, el implacable, el que pasó,
siempre una huella triste nos dejó,
qué violento cimiento se forjó
llevaremos sus marcas imborrables.

El poeta nombra al tiempo de implacable, que tiene que ver con la rigurosidad con la que algo se hace; en este caso con lo que pasa y deja. Más adelante en la canción dice:

Cada paso anterior deja una huella
que lejos de borrarse se incorpora
a tu saco tan lleno de recuerdos
que cuando menos se imagina afloran.

Los recuerdos son sin dudas los hijos de las vivencias, aquello que nos va quedando luego de caminar. Bien cierto dice que cada uno de ellos se va acumulando a un gran saco y desde allí somos lo que la suma de ellas vaya produciendo. El saco lleno de recuerdos y de huellas es lo que somos y como dice el poeta, “cuando menos se imagina, afloran”.

La vida es una maravillosa suma de partes que luego de vividas podemos entenderlas como un sistema, que es mucho más que todas ellas puestas unas al lado de las otras. El saco es el sistema, luego de tanto vivir, lo que hacemos se incorpora y mueven unas con otras y podemos entonces, en un sobresalto, poner mano a alguna de ellas que aflore para salir fortalecido. ¿Será que la Resiliencia tiene que ver con la experiencia?. No comparto con el poeta que todo lo vivido nos deja huellas tristes; al fin y al cabo son huellas y para más señas, son las nuestras. De lo triste y lo alegre se aprende por igual y esas emociones nos constituyen como las personas que reconocemos que somos, en nosotros mismos.

En el ejercicio de este ensayo escribí en una hoja de papel la profesión que tengo y quizá la profesión derivada. En el otro lado de la hoja puse como título: “Mis Oficios” y fue entonces cuando me di cuenta del tamaño del saco que tengo y comenzando a aflorar aquellas “marcas imborrables” que dejan las huellas con un paso firme al andar.
Tengo 20 0ficios.

Y cada oficio en cada momento, y no siendo el mejor, sino el mejor para mí en la colección de vidas vividas que me han conectado con lo posible, con la compasión, con la escucha activa y acompañar a los que menos pueden andar. Ayer escuchaba que cuando uno hace algo por alguien, lo puede hacer desde la obligación o lo puede hacer desde el amor. Yo escogí la segunda. Lo que pasa es que es una fina línea que los separa y a veces, ni uno mismo es capaz de encontrar la diferencia; pero muy profundo, al lado del corazón se encuentra los propósitos.  Alguien siempre te podrá decir lo que ve, y uno en su “darse cuenta” validará o no la opinión del otro. Lo que importa es lo que uno llega a ver y validar de su propio camino.

A los 12 años descubrí que era titiritero, yo mismo los construía. Los hacía de cartón o de tela, de material reciclado o comprado. La fama de un niño entreteniendo a niños, llegó a los colegios y se peleaban para que fuera a hacer el teatro. Tenía una maleta mágica como la de Félix el gato, (mi Alter ego), donde había de todo. Mi hermana y mi sobrina hicieron sus pasantías y trabajos especiales con mis teatros de títeres. A los 18 descubrí la música por un piano viejo que llegó por accidente a la casa en una mudanza de un familiar. A los 23 era organista. Luego cuatrista. Tiempo después el arco y la flecha. En la vida profesional aprendí los oficios de herrero y albañil, pero nunca lo ejercí, como casi todos los oficios.
Y así en el tiempo, ceramista, pintor, repostero, bloguero, perito avaluador, profesor universitario, constructor, locutor, repostero, comediante, payaso y ahora fotógrafo.

Quizá tendría más riqueza material si hubiera seguido la ruta de la hiper especialización pero no sé si tan feliz, como siendo un poco de lo que me ha dado la vida a través del tiempo. Es por eso, que uno sigue los pasos del ser que se va siendo, como decía Arturo Uslar Pietri, y en ese andar es que uno puede darse cuenta de lo que puede llegar a ser con solo desearlo, (y hacerse cargo); esa es la magia del devenir, la magia de un mundo de emociones y experiencias diversas que te conducen a percibirte como un ser pleno. Como dijo la Piaf, “no me arrepiento de nada”.

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