lunes, 1 de abril de 2019

La penitencia

LA PENITENCIA 

Este mes, en el Club de Escribidores de Caracas, invitaron a escribir sobre la penitencia. Supongo que la selección del tema tiene que ver con la crisis que vivimos actualmente. He podido entrar en “Google” o en “Wikipedia” para buscar definiciones que soportasen mi escrito. Pero no lo hice, he preferido escribir sobre lo que he entendido como penitencia durante tantos años.

Mis primeras nociones pienso que surgieron luego de mi primera comunión ¿Que pecados podría tener un niño de siete años? Al acercarme al confesionario, no hallaba ni que decir y creo que en  más de oportunidad, hasta llegué a inventar uno que otro pecado. Luego de confesados, el sacerdote nos asignaba una penitencia. Decía: “Arrepiente de tus pecados, anda y reza dos Padres Nuestros y un Dios te salve María”. Una vez completada la penitencia, quedaba saldado todo lo pendiente. En términos más modernos, era como quedar "reseteado", volver al estado original. Cumplir con la penitencia no representaba un castigo, todo lo contrario, era orar para sentir más cerca a Dios, que es de quién en verdad uno espera el perdón.

Recuerdo después  los juegos de muchacho en donde también se aplicaban penitencias. Si no se alcanzaba determinada meta, si al lanzar los dados caía en determinada casilla, o si  el pico de la botella nos apuntaba al detener su giro frente a nosotros, según el caso, teníamos que cumplir con lo que llamaban penitencia. Era una  prueba, que por lo general consistía en hacer una que otra morisqueta o travesura: "Vete hasta la casa de la esquina, tócale el timbre, grita que es la policía  y regresa acá corriendo". La penitencia podría requerir de cierto valor, o podía infligirnos temor o vergüenza, pero  era la condición para quedar liberado y poder  regresar de nuevo al juego.

Más recientemente, estaba haciendo cola en un supermercado para comprar harina. Luego de más de seis horas, salieron los empleados del local, y de muy mala manera, gritaron que se había acabado el producto. Una mujer, casi llorando, salió quejándose y maldiciendo, y comenzó a preguntar en alta voz: ¡Pero Dios mío! ¿Qué pecado hemos cometido nosotros los venezolanos para merecernos este castigo? ¿Que penitencia estamos pagando? 
El dolor, la impotencia y la rabia de la señora parecieran haberla impulsado a hacer toda esa mescolanza de pecado, castigo y penitencia. Pareciera que consideraba la penitencia como sinónimo de castigo, cuando no lo es.  La confusión surge, porque a menudo se equivoca penitencia con pena, que es algo distinto. Una pena si es, efectivamente, un castigo por una falta cometida.

Esta situación que estamos padeciendo no es un castigo divino, es de carácter humano. Nada bueno  podía esperarse de una gestión tan llena de resentimiento, incompetencia y maldad. No tenemos que preguntarnos porque estamos viviendo esto, una pregunta más acertada sería: ¿Para qué lo vivimos?  La vida nos manda pruebas que nos sirven de aprendizaje, y es en las circunstancias más difíciles cuando aprendemos las lecciones más valiosas. Luego de esta lección, la perspectiva del venezolano debería ser muy distinta a la que teníamos en el pasado.

Pero desde inicios de este año, estamos viendo una lucecita al final del túnel, luz que proviene de un sol  resplandeciente que se asoma en el horizonte y que presagia días  de  libertad y justicia. Momento de aflorar esa resiliencia que se ha venido fraguando en nosotros en todos estos años, esa que permite a las personas -y sociedades- afrontar las crisis con aplomo y valentía, superándolas y saliendo victoriosos y  fortalecidos.

La penitencia es: dejemos el pesimismo, basta ya de críticas, quejas y lamentos que no aportan nada a la solución. Ubiquémonos en donde mejor podemos ser útiles. Abandonemos el rol de víctimas y asumamos el de protagonista. No nos desanimemos ni sucumbamos ante los reveses que han de presentarse, porque nadie ha dicho que será fácil. Visualicemos con optimismo y fe, el final de este largo y nefasto episodio de nuestra historia. Dios está con nosotros.

Lionel Álvarez Ibarra.
Marzo 2019

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