Alejada del tiempo comencé a divagar
sobre lo que es el movimiento.
Entenderlo es más sencillo para una
mente práctica. En mi caso, como los
poetas y los locos, me otorgo licencia para inventar y entender de forma
diferente. La razón humana define el
movimiento como “fenómeno físico que se traduce en cambios de posición en el tiempo”. ¿Fenómeno físico? Es decir que las emociones, inspiraciones y
anhelos no se mueven. ¿Qué sería de nosotros
sin sueños que se hacen realidad, sin anhelos cumplidos, sin
inspiraciones que se concretan? Si
queremos que el movimiento tenga
sentido para la complejidad que somos,
sólo podemos entenderlo como un mundo
sin frontera donde todo movimiento tiene cabida.
Si hablamos de propiedades inherentes al
movimiento, en mi divagación oigo a la física decir” la trayectoria del
movimiento es línea imaginaria”. Y la imaginación es libre y altanera. Como la
vida, sabemos dónde comienza, pero nadie sabe dónde termina. La distancia y la aceleración dependen de la
pasión que queramos imprimirles. La ilusión es
la energía que marca la posición.
Apareció un sabio, Issac Newton.
Enunció y explicó leyes que rigen el
movimiento. Imposible refutarlo.
Cuenta hechos que afirman
realidades.
La Primera Ley de Newton (La inercia)
dice: “cuando un objeto se desplaza a una cierta velocidad, seguirá
trasladándose a esa misma velocidad en tanto y cuando no exista una fuerza
externa”. ¿Cuál es esa fuerza que quita el aburrimiento, la rutina de la vida? A riesgo de lugar común, solo
conozco dos fuerzas: el amor y la muerte. Como hoy es día de fiesta hablaremos
del amor.
En la continuidad de los días el amor nos
desnuda, nos expone. Es la fuerza a la que nadie escapa por presencia o por
ausencia. Nos despoja de ese ser que se niega a abandonar su trinchera. Fuerza
arrolladora que nos transforma.
En La Segunda Ley de Newton (Fuerza, masa
y aceleración), se establece que” al ejercer fuerza externa sobre un cuerpo,
éste se desplazará en el mismo sentido de la fuerza en forma proporcional a la
magnitud de la fuerza y la masa aplicada”.
Hablar de magnitud de la fuerza es enunciar la pasión, sufrir arrebato,
delirio, entusiasmo. Ser capaz de amar sin duda y no vivir la vida como
extranjeros de nosotros mismos. La pasión es el placer de amar sin límites lo
que somos y no podemos dejar de ser.
La tercera
Ley de Newton (Acción y reacción)
explica: “al ejercer una fuerza sobre un objeto, siempre se presentará una
fuerza en sentido contrario de la misma fuerza”.
Dualidad de contrarios en los que se mueve
el amor, su doble cara. Recuerdo aquel verso de Miguel Hernández: “Cada día me
siento más libre y más cautivo”
El amor es pasión, emoción, éxtasis, pero también
es paz, sosiego y refugio. Es olvido y recuerdo, pregunta y respuesta.
Isla anclada a la roca pero también continente. Anhelo de eternidad o vivencia del instante entre la brevedad de la
piel y el final del infinito. Es vientre
y es desamparo. Posesión y parto. A
veces llaga, a veces cura. Es aliento prolongado en un suspiro. Es el regalo de
un milagro o herejía que reta a Dios. Es besos, también martirio. Es universo y
detalle. Puede ser que, al mismo tiempo, sea axioma y confusión; fidelidad
constante del cariño honesto que se da y,
así mismo, se recibe.
Sea en física o poesía, el amor es privilegio,
el amor es movimiento que si no se mueve
muere.
Irma Wefer
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