¿Espíritu joven?
Según los aprendizajes en psicología positiva, en el
deseo de poder escribir sobre el “espíritu joven”, es que encontré que
espiritualidad sea cuando,
"Me
siento espiritual y creo en un sentido de propósito o significado en mi vida; y
veo mi lugar en el gran esquema del universo y encuentro significado en la vida
cotidiana". (VIA Institute)
A lo complicado de definir lo que sea “espíritu joven” se le agrega que para ser espiritual, se deba conocer el
sentido de la vida y que consiga mi puesto en el esquema del universo. ¡Nada
fácil!. Para poder escribir sobre este
tema se hace necesario el poder entender que significa para mí y para otro, el
espíritu, y de allí, lo espiritual o la espiritualidad. Según la psicología
positiva y en la descripción anterior, se define que sea una fortaleza de
carácter que compone nuestra personalidad. Son atributos pre existente en las
personas que nos permiten actuar de manera determinada y alcanzar objetivos,
acciones o metas. La definición completa sería,
“Las fortalezas del carácter son
un conjunto de rasgos positivos presentes en el ser humano que ayudan a que las
personas tengan vidas satisfactorias” (Via Institute)
Le agregamos a la construcción de
significado, las nociones del ser, el ser humano y los rasgos positivos. Cuando
uno indaga un poco más, resulta que más se complica, pues aparece la psique, o
el alma, el espíritu, el cuerpo, el yo y el ser. Y eso sin adentrarnos mucho en
las posturas de Freud y de Jung acerca del yo, el superyó y el ello.
Para salir de esta maraña confusa es que
decidí pensar en tercera persona y colocar sobre la mesa algunas definiciones sobre
el espíritu, que vienen desde lo judeo cristiano, lo hinduista, lo ontológico,
lo místico y aun sobre mis propias creencias.
“Alberto es un individuo de mediana
edad, profesional, estudioso, que ha decidido plantearse, a objeto de escribir
un artículo, lo que significa lo espiritual o el espíritu mismo. Para ello,
comenzó con lo que indican las sagradas escrituras judeo cristianas sobre el
tema. El hombre está compuesto de tres elementos que son uno, así como la
trinidad, el cuerpo, el alma y el espíritu.
Resulta que el hombre nace con el cuerpo
siendo un ser espiritual por esencia. El espíritu es la esencia del hombre, un
poco como la llama de la vida; difícil de conocer con palabras ya que es
impersonal. El alma, sin embargo, que es el tercer elemento, si es personal a
cada ser humano y posee la voluntad, la mente, y las emociones. Requiere ser revisado
continuamente para desarrollarse y ser mejor. El espíritu, para el cristianismo
al igual que muchas culturas antiguas, ven al espíritu a aquello que nace con
el cuerpo y que solo se transforma cuando acoge lo que no puede comprender.
Alberto entiende que no son partes sino comprensiones de la misma forma en una
“unicidad”. La unicidad del ser.
Para los existencialistas y en la
filosofía ontológica, se plantea al ser y su unicidad además al devenir del ser.
Los seres humanos somos seres lingüísticos, dotados de inteligencia y memoria
lo que nos permite aprender y trascender. Así es como la palabra con su poder
transformacional, genera futuros y podemos realmente cambiar la constitución de
lo que somos. Pero, con lo indicado antes, ¿Qué sería lo que puede cambiar?,
¿el cuerpo, el espíritu o el alma? Para los antiguos griegos, Alberto piensa
que estaba claro. Psique significa alma, por lo que psicología sea el tratado o
el conocimiento del alma. Sin embargo,
se habla de lo espiritual, no de lo propio del alma, aunque en la unicidad, sea
más o menos hablar de lo mismo.
A la pregunta anterior, Alberto piensa que lo
que cambia o pueda cambiar, sea lo que nos es único: el alma. Contiene la
voluntad, que aplica según las fortalezas que lo forjan y usa como parte de su
personalidad. Con esto, con el manejo de la voluntad y con la mirada
ontológica, el alma hace la parte de lo que necesita en los tiempos que le toca
vivir y en sintonía con las circunstancias. Al final, en la unicidad del ser,
es que este puede cambiar en el tiempo y cohabitar en su cuerpo que reacciona a
las emociones por medio de los sentimientos y a los factores externos a través
de lo corporal.
Según los planteamientos del Gurú indio
Sri Sri Raví Shankar, la existencia del ser humano tiene siete capas, algo como
la piel de la cebolla. La más externa es el cuerpo, donde todo habita y todo
pasa. Luego la segunda, es la respiración, sin la cual no hay vida. Estas dos
constituyen el nivel corporal básico. El tercer nivel es la mente que codifica
y co relaciona, luego el intelecto, lo propio del humano. La quinta es la
memoria, la capacidad de recordar y que con el uso del intelecto, pueda
reflexionar sobre lo que nos pasa, y aprender de forma consciente. La sexta es
el ego, forjado en la infancia para protegernos de los agentes externos y que
pudiera seguir protegiéndonos mucho mas allá desde donde podemos hacernos
cargo. Por último, la séptima, es el
ser. Estas dos últimas capas representan los niveles espirituales de la
existencia.
Alberto sabe por Jung que para
trascender y conocer al ser, el hombre debe hacerse cargo de su capacidad de
protección y del manejo de sus emociones. Entonces debe atravesar al ego. Jung
lo llamaba “el regreso a casa”. Un poco ahora, Alberto entiende que es como
conocer su esencia, aquello que los investigadores a través de la historia, han
tratado de definir. No es parafraseable, parece, por lo que no se puede
definir. Es por eso, que en la incapacidad de intelectualizar este concepto, lo
hayan llamado inconsciente. El regreso a
casa no es más que romper barreras para atravesar al ego, y poder llegar a la
esencia. Aquella que una vez pudimos ver en la ocasión de estar en el umbral de
la muerte.
Dice Sven Doehner un psicólogo
transpersonal mejicano, que en el caso del ego, algo debe morir para que algo
nazca. Atravesar el ego es eso, es el propio desapego. Es como arrancar una
pieza de belcro unida a otra pieza. Corremos el riesgo de lo desconocido, pero
el premio siempre será el poder conocer al ser.
¿Qué es un espíritu joven?. Alberto no
lo sabe. El espíritu está dado. Sin embargo sabe que nos movemos, que `podemos
cambiar. En ese movimiento de desapego profundo de las creencias más íntimas,
es que puede construir nuevas. En la acción y el movimiento abraza a su alma, a
ese niño pequeño de su ser, que quiere ser libre. Con su alma y con su cuerpo,
quizá llegue a la unicidad del ser: a su espíritu.
Yo digo ahora, “soy un alma joven”.
¿Espiritualidad o almanidad?"
Alberto, te has metido en aguas profundas, para sacar tu Almanidad. Me encantó tu abordaje, debo leerlo varias veces.
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