sábado, 29 de julio de 2023

Un día extraordinario/Omar Barrios Castiblanco

 

Un día extraordinario.

Omar Barrios Castiblanco

Una luciérnaga se detuvo incandescente al otro lado de la ventana de la cocina, del minimalista departamento en el cual resido. Preparaba la masa para las arepas y me preguntaba: que será lo que hace a un día extraordinario. Esta mañana me desperté muy temprano, demasiada madrugada para ser invierno y también pensaba en el asunto.

Podría ser un reencuentro con una persona significativa, sea familiar o una amistad verdadera; podría ser la trompeta del juicio final o un film, lectura u obra de teatro que nos dejó literalmente boca abierta; o quizás el logro de un texto que delata los rincones del alma y que se pudo desgranar sobre la página en blanco; o una comida, que alborotó el sibarita que necesita sus días de libertad?

O acaso lo extraordinario puede ser apenas como un relámpago, en las larguísimas veinticuatro horas de un día, tal y como me ocurrió recientemente con la franca sonrisa de un niño desconocido, a quien sorprendí en el subte haciendo una mueca o tic con su naricita, y al verse observado por mi, sonrió espontaneo y con total complicidad. Supongo que fue la madre quien volteo, para ver con quien sonreía su pequeño de unos ocho años quizás, ella también sonrió.

En los días ordinarios, esos que consumen la inevitable rutina y los automatismos, puede haber espacio a lo que ilumina la jornada, a lo que da cuenta de mi capacidad de asombro, así sea como dice la canción de Joan Manuel por “aquellas pequeñas cosas” que nos dejó un tiempo de rosas…en un rincón, en un papel o en un cajón.

Lo ordinario y lo extraordinario no son acaso materiales de la vida humana? Y cabe diferenciar lo ordinario  de la ordinariez. Venezuela ha tenido presidentes ordinarios y otros caracterizados por su ordinariez. Lusinchi fue ordinario, ya ustedes saben de los otros. La ordinariez puede ser todo aquello que le elimina belleza a lo vivo, a lo esencial, a lo genuino, a lo natural. Una traición es una gran ordinariez, quizás algunos sepan a cual me refiero en lo laboral; y si no lo saben no importa, ya yace en una fosa común.

Recuerdo “ordinary people”, una gran película, cuyo título entendí, que aludía a un drama que podía ocurrir en cualquier familia, de allí lo de “ordinary”, mas no era un drama ordinario, sino uno con hondas e históricas raíces, las cuales demandaban la extraordinaria capacidad humana para crecer, aun en la peor desgracia. Difícil, muchas veces muy difícil, mas no imposible. Lo extraordinario no excluye lo doloroso, lo que te puede desguazar hasta el sentido de vivir. El film apunta hacia lo esencial, la familia, los seres mas queridos, los sueños de tu proyecto de vida, como componentes indispensables de una saludable arquitectura para el alma.

El tema me lleva a compartir con ustedes colegas escribidores, que en mi presente, lo más extraordinario es la sonrisa de mi nieta Helena Victoria, su mirada atenta cuando le señalo el gato sobre el tejado vecino, la inclusión  en su precoz vocabulario de la palabra “ato”, y el estiramiento de sus brazos para que la cargue hacia la ventana, desde donde podemos observar al hermoso gato negro. Todo ello me ilumina como el relámpago en el subte de Buenos Aires, con la ventaja, que es tan frecuente, que vivo enceguecido y mi espíritu extasiado del torrente de dopamina de éste amor sin condiciones.

A veces me provoca salir por las calles y gritar: Viva el amor extraordinario. Viva lo genuino, vivan las almas que por siempre llevan las verdaderas luces “infantiles” y hacen del planeta un lugar extraordinario.

 

 

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