viernes, 24 de enero de 2025

Los zamuros/Lila Vega

 En los tiempos de la pandemia, mis espacios laborales cambiaron. Aunque muchos trabajaban desde la casa, a unos cuantos nos tocaba ir. Pasamos de tener oficinas cerradas a usar los espacios más abiertos que daban a los jardines de la edificación 

Teníamos la suerte de ir a trabajar, no estábamos encerrados y aislados como otros,  pero teníamos miedo.  En los ratos libres nos reuníamos en los espacios abiertos y observábamos lo que la naturaleza tenía que ofrecer.  
Un día, al final de la tarde, unos compañeros saludaron a lo lejos a un zamuro cojo, Canuto le decían. 
A esos jardines llegaban coloridas guacamayas, halcones señoriales, vigorosos y veloces colibríes, oropéndolos con sus bellas colas negro amarillas… ¿y la mascota era ese zamuro lisiado?

Confieso que los zamuros no me parecían aves agraciadas.   Recuerdo que en las comiquitas de mi niñez eran representados como animales algo tontos y poco nobles. Nunca imaginé llegar a apreciarles. 
Pero me maravillé y enternecí con la relación que el pequeño y maltrecho zamuro tenía con ellos, lo que significaba. 

Esperaban su llegada todos los días.  Le veían montarse en el techo, comer alguna que otra cosa, ahuyentar a los gatos cuando estos se atrevían a acercarse y sentirse dueño del lugar. 

Desde ese día me caen bien.  “La belleza está en los ojos de quien la mira” dijo Shakespeare. Mis compañeros estaban llenos de belleza y la compartieron conmigo.

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