domingo, 26 de enero de 2025

Apreciación de los Zamuros / Carmen Lucía Rojas

Me disculpan los zamuros, por mi inculta imprecisión cuando me engañan con su apariencia junto con buitres, cóndores y hasta con los cuervos.

Despertaron mi curiosidad la primera vez que escuché la palabra carroña.

Están presentes en una de mis fascinaciones, los juegos con las palabras y el lenguaje, pues aparecen en varios refranes y analogías.

Por cierto, no compaginaba en mi razón la asociación que se hace de ustedes con la suciedad, putrefacción y corrupción.


Los recuerdo con diversión por su aparición estelar en la película El Libro de la Selva: “¿qué vamos a hacé? ¿No sé, qué quieres hacé? “¿qué vamos a hacé? No sé, ¿qué quieres hacé?


Muchas veces los vi posados en los postes de luz de la Avenida Río de Janeiro en Caracas, sin que ese tamaño y esa altura los minimizara. Los extrañé, los días que pasé por ahí y no estaban.


Confieso que las veces que se posaron en mi jardinera, no me apuraba a espantarlos, pues me gustaba observarlos y detallarlos.


Practico mindfulness contemplando su vuelo circular, siempre en grupo, en pleno despliegue de alas y liviandad.


Puedo contar que hace unos días justo antes de que fueran el tema del mes, aparecieron y me conmovieron en un video donde un par exhibía una hermosa danza, uno con alas abiertas y su pareja con alas cerradas.


Vaya pues, mi reconocimiento a ustedes, queridos zamuros, sin temor a desentonar por apreciar su majestuosidad.


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