Durante muchos años me he paseado por la idea de entender
que es la libertad y sobre todo entender cuando se es realmente libre.
Me paseo indudablemente por el privado de esta condición.
Por el que alguna vez creyó ser libre sin pensar que en su futuro cercano, estaría
confinado a pocos metros. Sin embargo también soy capaz de sentir a aquellas
personas, habitantes de cualquier parte del planeta que viven encerrados en sus
casas por temor a ser invadidos o presos de la inercia de no hacer nada.
Recuerdo un ser de mi
familia que no podía salir de su casa por no dejarla sola y poder evitar así la
entrada de algún fanático de lo ajeno.
Recorro la idea de aquel hombre/mujer de la modernidad,
quien no se ata a ningún otro ser humano por evitar perder su libertad. A aquel
ser preso del esquema pop de vivir,
de sentir, de comer, vestirse, recrearse, o de involucrarse con los otros seres
de su especie.
Versus, el o la seguidora de la tradición familiar o social.
Quien calla a todas las voces del entorno callando su pulsión de libertad. Quien no tiene más salida, que poder sentir
orgullo a través de la libertad que expresa su descendencia.
Pienso también en quienes son presos de su verbo, de sus
ideas y de donde escoge pertenecer. Del personaje escogido y de la voz del ventrílocuo.
Al pensar en libertad evoco al que perdió la razón y camina
desnudo por una calle concurrida. A quien come si cubiertos. Al que abandona
sus costumbres y decide aprender algo nuevo.
Pienso en quien se abandona así mismo en función del otro, y
en quien se entrega al amor juvenil en plena
adultez.
¿Entonces, quien es libre?
Sin duda alguna quien logra echar a sus demonios internos y camina
sin temor que estos regresen.
Cesar Yacsirk
Caracas, 06 de octubre
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