Desde muy niño me han llamado la atención las máscaras. Son una suerte de telón que nos colocamos para ser otras personas distintas, actuando roles y personalidades que nos son ajenos. Hay algo que nos mueve y nos conecta con emociones, que en el caso de disfraces, pueden ser positivas y de bienestar. Sin embargo, he podido observar, conocer y sentir, que podemos desarrollar máscaras en nuestra infancia, que cubren dolores, pérdidas o sufrimientos. En el coaching y con los aprendizajes de los símbolos de Jung, las hemos llamado también, las máscaras, nuestras máscaras.
Dice el poeta sueco Hjalmar Soderberg, que todos los seres humanos “deseamos ser amados, en su defecto admirados, en su defecto temidos, en su defecto odiados y en su defecto, despreciados. Deseamos despertar una emoción en quien quiera que sea el otro. El alma se estremece ante la vida y busca el contacto sin importar a qué precio”.Puede ser que eso y las grandes heridas de la infancia, nos hagan mostrar rostros que no somos. Un tanto lo que Jung ha llamado las luces y las sombras. Y a tal sombra, tal máscara.
Mi coach español, Ángel Lopez las ha llamado las 5 heridas, que se comienzan a curar en la medida que las reconocemos en nosotros mismos. Se basa en un libro de Lise Bourdeau, “Las 5 heridas que nos impiden ser uno mismo”. Desde el coaching ontológico decimos que hay que abrazar a las sombras como parte constitutiva de nuestro ser. Sin embargo desde la psicología positiva, el poder generativo de la ontología del lenguaje y desde la creencia cierta que el lenguaje genera ser, podemos abrazar a las sombras e iluminarlas con emociones expansivas.
Las cinco heridas que mencionan los autores y que se crean o generan en la etapa de la infancia temprana son, el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia. Tales heridas pueden acompañarnos por siempre si no hacemos, al menos, un intento de ver en el interior y buscar los orígenes de lo que sentimos. Por eso, lo llamamos "el regreso a casa", donde hacemos un viaje a lo interno, como un viaje en el tiempo, donde tenemos que entrar en nuestros propios laberintos para enfrentar al Minotauro, el cual, ya cansado por habitar en las sombras, no opone resistencia para que puedas avanzar. Habiendo vencido al monstruo, el camino a casa es mas fácil y en el, dejamos las máscaras del tiempo.
Dice Ángel Lopez que de las cinco podemos llegar a tener multi máscaras dependiendo de los que nos tocó vivir. El rechazado se coloca la máscara del huidizo, el que no se compromete, el que no desea vivir en el rechazo nuevamente. El rechazado en su laberinto realiza un diario de su vida y de todos sus rechazos, sus causas y emociones. Con el acto de revivirlos, quizá se desvanezcan.
El abandonado se coloca la máscara del dependiente. Cuando hace pareja se vuelve sumiso y no toma decisiones propias. Le aterra quedarse solo y tener que afrontar el mundo. El miedo es la emoción interna y la puede contraponer con la confianza, que por ser un juicio-emoción, se puede desarrollar. Pequeñas acciones de competencia, terminan por doblegar al miedo del ego que nos protege.
El humillado se coloca la máscara del masoquista en cualquiera de sus dos significados. El humillado se auto descalifica y busca sentirse mal con lo que hace, pues asocia que es malo, por eso le salen mal las cosas. El bulling en el colegio y en el trabajo nacen de estas heridas parentales. La inteligencia emocional en su práctica le pudiera dar luces al humillado quién encontrará valores que generen emociones fuertes que lo induzcan a las acciones positivas. Al final, el humillado abraza su origen y avanza.
El traicionado se coloca la máscara del controlador y a veces busca a personas con máscaras de humillados. Son celosos e inseguros; generalmente sienten miedo que los engañen, siendo así muy celosos con sus parejas. No acepta las equivocaciones de otros y en su máscara, los retira de su vida con el juicio de traidores; pocas veces dan segundas oportunidades. Valora su reputación construida con un ego sobre protector que no se equivoca. Con esta máscara nunca verá que también puede cometer actos que se asemejen a traiciones, ya que los que traicionan "son los otros". El laberinto para esta máscara sin duda es el perdón. La psicología positiva nos habla del diario del perdón y su proceso. También sirve el diario del listado de los traicioneros, sus actos, su significado y trascendencia. Es posible que con el perdón y con resignificar lo vivido , todo se disuelva y se conecten con la expansión del ser.
Por último está la injusticia, un juicio que se crea cuando no nos valoran, nos quitan lo que merecemos, nos ignoran, o nos dan libertad aparente. La máscara que se observa es la del rígido, aquel que se da pocos permisos, y que es rudo en el trato. Pasa en las familias cuando los padres tienen preferencias entre sus hijos, y un niño crece en el desmerecimiento. La máscara del rígido cae en su laberinto cuando abraza a sus padres tal y como fueron, cuando puede perdonar, cuando se da libertades para dejarse amar, que es lo más complejo.
Desde la inteligencia emocional, la psicología positiva y la ontología del lenguaje como generadora del nuevo ser, a través de las acciones, podemos reprogramarnos para alcanzar una vida plena. Se trata de abrazar sombras y quitar las máscaras para ver lo que se es. Lo primero es detectar la creencia, luego reforzar acciones con positividad, luz y emociones positivas, romper entonces los patrones adquiridos y abrazar a ese nuevo ser en expansión y en auto control.
Suena fácil, pero no lo es. Lo peor es quedarse sentado y cruzar los brazos como los rígidos. La acción genera ser.
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