LAS MÁSCARAS
Tuvimos el privilegio y la satisfacción de asistir a la última presentación del famoso mimo francés Marcel Marceau en el Teatro Municipal de Valencia. En uno de los "sketchs", el personaje entra en una tienda de máscaras y comienza a probarse decenas de ellas. Su rostro cambiaba totalmente cada vez que se colocaba una, hasta que se puso una máscara de una carcajada y esta se le quedó atascada y no lograba zafársela. Es allí en donde pudimos apreciar la genialidad de este artista, cuando, manteniendo la máscara de la carcajada, lograba al mismo tiempo transmitir al público la angustia y el desespero por quitársela.
Las emociones que experimentamos se reflejan en nuestro rostro, y aunque no contamos con la genialidad de Marcel Marceau, a menudo desarrollamos una maestría para colocarnos máscaras que buscan ocultar lo que realmente sentimos. Los niños son sinceros y exteriorizan lo que sienten, cuando están arrechos forman su berrinche y cuando están alegres no hay quien les quite sus sonrisas. Pero luego, a medida que vamos creciendo, muchas veces se van desarrollando creencias de que no debemos manifestar ciertas emociones en público. Vivimos entonces más pendientes del que dirán, maquillamos lo que creemos que puede ser mal visto y evitamos que otros sepan cómo nos sentimos realmente.
El profesor Tal Ben Shahar, conocido por dictar uno de los cursos más concurridos de la Universidad de Harvard, fundamentado en la Psicología Positiva, explicaba en una de sus conferencias, que si bien es cierto que es importante mantener un estado alegre y vivir con optimismo, lo que contribuye a nuestra felicidad, ello no significa que neguemos la existencia de las emociones negativas y mucho menos que tratemos de ocultarlas o reprimirlas. Estas existen y son hasta cierto punto útiles y necesarias. Debemos darnos el permiso de ser humanos, expresarlas es aceptar la realidad, es estar en este mundo ¡es vivir!
En nuestras máscaras emocionales, la sonrisa es el componente más importante, porque es el elemento más versátil de nuestra arquitectura facial y es lo que mejor esconde a las emociones negativas. Famosa es la que muestra el boxeador luego de asimilar un golpe del contrincante, solo para hacer creer que no le hizo daño. También existe la del que actúa con hipocresía, de hecho, el término se aplicaba en la antigua Grecia a los actores de teatro, que a menudo utilizaban máscaras. En oportunidades, por razones de trabajo, se exige al empleado que trata con público, mantenerse sonreído. Es el caso de las aeromozas, lo que dio lugar a la conocida "Sonrisa Panamericam" que la ya desaparecida aerolínea exigía a sus azafatas.
Algunos, con su sonrisa, logran engañar a mucha gente, pero no a todo el mundo. Así ocurrió con mi amiga Marcolina, que cansada de tanto antidepresivos se presentó a la consulta de su médico con una máscara que desplegaba una amplia sonrisa, tratando de hacerle creer que ya se encontraba bien y no los necesitaba. Su sonrisa se convirtió en mueca cuando la doctora ¡le incrementó la dosis!
La ciencia ha estudiado la sonrisa ampliamente y ha identificado diversos tipos. Podrán esbozar en sus máscaras cualesquiera de ellas, pero les será difícil falsear la sonrisa Duchenne, llamada así en honor al médico francés Gullielme Duchenne que la investigó y describió a mediados del siglo XIX. Se trata de una sonrisa genuina, que no puede generarse voluntariamente, controlada por el sistema límbico y ligada a la parte más emocional del cerebro. Su característica principal -aparte de la contracción de los músculos alrededor de la boca, que provoca el levantamiento de la comisura de los labios- es la contracción del músculo orbicular que alza las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos, rasgo que devela una emoción espontánea, ya que la mayor parte de las personas no pueden contraer a voluntad el músculo orbicular.
Lo sensato es abandonar esa "tienda de máscaras" y salir a enfrentar la realidad. Pero no es fácil, seguiremos tropezándonos diariamente con amigos y familiares con máscaras risueñas pero con aflicciones que sus miradas no logran ocultar. Desconocemos la magnitud de sus angustias y desafíos, así que debemos tratarlos con paciencia y gentileza.
Las mascaras pueden mostrar diferentes sonrisas, porque tenemos dominio sobre los músculos que la controlan, pero la emoción escondida busca salir a la luz a través de los ojos, sobre los cuales no tenemos el mismo dominio. Ellos nos delatan, por algo dicen los sabios que "los ojos son las ventanas del alma".
Lionel Álvarez Ibarra.
Junio 2019
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