Por los años cercanos
a 1440, los Aztecas y los Incas era sin dudas, dos imperios poderosos.
Para entonces, ambos tenían guerras civiles internas para mantener unidos a sus
imperios. Ambos, se habían puesto de acuerdo que la tierra rica en Cacao,
la moneda de circulación de los imperios, fuera tierra de paz. Ambos imperios
concurrían una vez al año a cambiar oro por cacao, maní, Merey y otros frutos
de la Orinokia. Para cerrar el tratado de paz, ambos imperios han decidido
casar a sus príncipes, en la mano de dios, donde la Orinokia conoce el gran
océano. La fecha estaba prevista. Orinokia es la cuenca del hoy río Orinoco que
abarca los llanos colombianos y gran parte de Venezuela.
Del norte sale el príncipe
y del sur, sale la princesa Ima Tintaya, que tiene a su esclavo
Majnú que la cuida de todos los peligros. La princesa, para ambas culturas es
la mitad del Dorado, que son quienes llegaban a negociar y a intercambiar
bienes y recibían ese nombre porque se cubrían totalmente del polvo de oro. Las
plumas, los tocados y las ropas doradas, daban la ilusión que eran de oro.
Dioses de oro puro.
Majnù tiene un pasado que
desconoce, pero es tan importante, que podría cambiar los acontecimientos. En esta penúltima parte del
cuento, todos los príncipes, llegan a la Orinokia, a la pirámide de oro. Allí,
Majnú recuerda las emociones más intensas que haya podido vivir, de cuando niño
y de justo ahora, como un esclavo enamorado de una princesa...
Capítulo #6
La Intimidad (El penúltimo
capítulo)
Majnú que ya sabía su
nombre verdadero, Coatl-Coatl, el dos veces serpiente, hijo del Dios emplumado,
miraba fijamente a la princesa Ima. Sus ojos se cruzaron cuando terminaba de
caminar hacia el punto de encuentro entre las dos culturas y habría de conocer
al Príncipe del Norte, su prometido. Majnù que era su cuidador, aguardaba a un
costado de la vía.
Era la primera vez que los
dos príncipes de los dos imperios se veían de frente. Su futuro había sido
pactado por los dioses años atrás. cuando aún jugaban con lodo. Esa unión era
el símbolo de la paz, en la Tierra de Gracia, allí donde termina el gran
Orinoko y va al mar. La ceremonia ocurría en la madrugada, casi en el amanecer,
justo en las horas que termina el flujo inverso, aquel en el que el mar para al
rio y se adentra. Luego, en el reflujo, las aguas retenidas regresan al mar y
bajan las aguas hasta que al otro día, comience el ciclo nuevamente. En la mano
de dios, todo es un ciclo. En el reflujo, las islas aparecen, las rocas, los
meandros y los manglares. Justo en el primer dedo de dios, casi a la salida al
mar, cerca de la laguna negra, había una piedra en el medio de un pequeño caño.
Cuando las aguas comenzaron
a retirarse, muchos de los habitantes de la Orinokia comenzaron a limpiar la
piedra que aparecía mientras más se retiraban las aguas. Los tres príncipes,
desde lo lejos y antes de caer el sol, vieron el brillo infinito de la pirámide
de oro, donde ocurriría el encuentro y la unión de los dos mundos. Majnú sin embargo,
sólo veía un solo brillo, un solo rayo de luz, que era el que brotaba de los
ojos de la princesa enamorada de un plebeyo que era un príncipe.
Majnú en silencio,
conversaba con esos ojos que callaban, que esperaban. Orinokia le había hecho
recordar su infancia.
-Ya no me llamo Majnú. Mi
nombre es Coatl-Coatl, pero no se lo había podido decir.
La tarde iba cayendo, el
agua salía del caño, el oro resplandecía, las miradas ardían de deseo. Ese
mismo deseo que sintió por la princesa en el paso por la montaña y la selva,
desde la ciudad sagrada del sur. Coatl-coatl, se estremecía pensando en lo que
vivió en las pirámides de maíz, en las danzas de los elementos aquellos que
inspiraron a ese amor de una princesa y un esclavo que era príncipe. Coatl
recordaba lo que pasó en la travesía…
El aire
Majnú estaba, a la cuarta
luna, totalmente enamorado de la Princesa, y ella de él. Al alba, en luna llena
con el viento del este, veía pasar las horas de su pasión. No había dormido en
toda la noche. Vigilaba el sueño de Ima Tintaya quién en silencio que tampoco
podía dormir, dedicaba su insomnio a pensar en su amado.
-”Aire de mi aliento, aire
que me hace volar. Plumas de aves que me hacen volar, déjame transformarme en
príncipe. Déjame merecerla. “ Y casi sin voz, Majnú, entonaba las canciones que
recordaba de niño, que eran lejanas pero que hablaban en otra lengua, sobre el
viento, húmedo y caliente que sale de la garganta.
-”Soy aire, soy viento, soy
tú.”
Ima se levantó en la escasa
claridad del alba, se sentó al lado de él, le tomó la mano y hablaron del
futuro.
-Gran Majnú, valiente
cuidador, ¿de qué trata la canción que cantas?
-Trata de la libertad,
trata de los cambios, del amor. Habla de cómo el aliento de un hombre
enamorado, puede cambiar el destino de los vientos, aplacar tormentas o genera
lluvias., dijo Majnú
- ¿Y tu aliento, puede
cambiar el destino?, dijo ella mirando al sol que ya se asomaba
- Si los dioses te pudieron
regalar a Majnú, ¿porque no habría de hacer que las cosas sean distintas?, ella
entonces, asintió con la cabeza. Al aclarar el día, la princesa soltó la mano
de su cuidador y regresó a su choza.
El agua
La segunda noche, Ima
tampoco podía dormir, ardía en pasión aún desconocida por ella. Llovía esa
noche y así como el agua fluía desde donde se acuesta el sol, su sangre la
sentía pasar por todo su cuerpo. La humedad era intensa y más, porque llovía.
La princesa, salió entonces a la búsqueda de Majnú. Al salir notó una sombra al
lado de su puerta, era él cuidando su sueño, que no era.
- Querido Majnù, ¿no duermes?
- ¿Cómo he de dormir si solo pienso
en cuidar tu descanso?, dijo el
- No puedo dormir, hay mucha
humedad, dijo ella
- Pero te estas mojando con la
lluvia y puede hacerte daño
- Quisiera caminar un rato bajo la
lluvia, sin rumbo, solo siguiendo el curso natural del agua que regresa al
río. ¿me puedes acompañar?
- Soy tu esclavo, Princesa,
llegó a decir Majnú.
Majnù sabía que era su
esclavo, pero dos veces esclavo pues no podía renunciar a ese amor que nacía en
la selva, desde los elementos sagrados y eternos de la naturaleza. Ima
Tintaya, mojada bajo la lluvia y de noche, logró sentirse mas reconfortada; mas
por estar junto a su amor. que por el calor de la noche. Al escampar, la piel
caliente de la princesa, con su sangre encendida, creó un vapor denso, intenso,
que cubrió todo el campamento. Lo que vió la gente que se despertó con el
suceso, fueron dos sombras luminosas, que resplandecían por el reflejo de la
luna. El vapor era como una cascada capaz de reflejar imágenes y también,
sentimientos. Esa noche solo caminaron, no se dijeron más nada. El calor de la
humedad de Ima, alcanzó para los dos.
La Tierra.
La tercera noche estaba
despejado. Durante el día, los sacerdotes no la dejaban comunicarse con su
esclavo, solo hacían los preparativos para la ceremonia de Orinokia. Por eso
las noches eran tan especiales para la Princesa
- Por eso las noches son tan
especiales, dijo ella, mientras que pensaba en esa noche.
- Por esto, las noches son tan
especiales, dijo Majnú pensando en Ima.
Esa noche, logró convencer
a los sacerdotes que debía hacer una ofrenda a la Pachamama, la diosa de la
tierra, la infinita, la madre de todas las cosas vivas. Le dijo a sus
sacerdotes que debía estar sola, que la podía cuidar su esclavo, que había
demostrado integridad, respeto y afecto, en todos los momentos del viaje. Y así
fue concedido. A los sacerdotes le pareció importante que Ima le pidiera a la
tierra lo que la tierra le iba a dar, justo antes de llegar a la tierra de
gracia, la tierra de paz.
- Majnú, necesito que vengas conmigo
al bosque esta noche. Tengo una petición que hacer a la Madre Tierra. La
tierra es mujer, es madre, es diosa, es Ima, cosa que pudo de contada
siglos después, por quienes escucharon todo lo sucedido.
- Amada princesa, mi destino es
cuidarte y protegerte. Es lo que han querido los dioses. Majnù no se
atrevió en ese momento de declarar algún sentimiento, pero la Princesa, la
rebelde, si lo haría.
- No se que siento por ti, querido
Majnú. ¿Qué debe sentir una princesa por un esclavo? Yo nunca te he visto
como esclavo. Tu sabes el secreto de las raíces, conoces los sabores de la
selva, le puedes hablar al viento y conoces el secreto del fuego. Esas, no
son cosas de esclavos, dijo Ima.
- Llegué de muy niño a la Ciudad
Sagrada. tengo muy pocos recuerdos de mi niñez. Quizá si algo pasara que
me haga recordar…
- Te trajeron del norte, dicen.
Donde los dioses son serpientes con plumas, donde representan al sol y al
fuego.
- Así es Princesa, pero me eduqué
contigo con la luna y el agua, con la tierra.
- Me gustaría ser libre como el
viento, como tú que aunque siendo esclavo, sabes volar alto, dijo Ima
- Me gustaría ser un Príncipe como
Tú y poder amaros como te mereces.
La princesa ahogó un
suspiro en llanto.
- ¿Por qué lloras Princesa?
- Le hago honores a la tierra que
necesita el agua para vivir. Mis lágrimas son agua que con la tierra son
el barro de la vida.
Con la imagen del barro,
quizá Majnú, llegó a recordar la historia de los dioses de su infancia y del
origen de la vida y del mundo. Se calló, y amó más que nunca, al ver a la
princesa llorando sobre su pecho.
El Fuego.
La cuarta noche era luna
llena. A la media noche ardía en deseos no manifestados. El sudor ya había
inundado su cabaña y corrían ríos por entre las piedras, buscando detenerse. Su
espíritu estaba desbordado y no sabía que hacer con sus pensamientos, que al
final era uno solo, un pensamiento, un sueño, una realidad que quería
compartir. Sigiloso salió de su cabaña y caminó hasta la tienda de Ima, saludó
a los sacerdotes y se paró frente a su puerta.
El río que lo acompañaba se
había secado. Ardía en deseos que habían estado alimentados por el aire, el
agua, la tierra y ahora el fuego. Todos los elementos estaban juntos, como un
dios que los invoca para llegar a cumplir sus deseos. Majnú estaba frente a la
puerta e Ima estaba detrás de él, pues había salido a encontrar la fuente de
esa nueva agua, que la movía, la torturaba. Ima sentía emociones que solo el
agua le podía ofrecer. Ima en silencio, se colgó de la espalda de su amado, que
la esperaba.
Majnú, no dijo nada. Sus
manos se aferraron a las de ella y las acarició, como quien sumerge sus
dedos en agua fresca. Con solo tocar sus manos, ambos podían sentir los fuertes
latidos de los dos corazones que en ese momento eran uno solo. Majnú se volteó
y abrazó a la Princesa. Las dos figuras a medianoche y a la luz de la
luna llena, echaron raíces, brotaron flores y extendieron sus ramas como
queriendo alcanzar el cielo. Los sacerdotes observaron y escucharon un fenómeno
extraño justo a la medianoche. Fue un gemido sordo, y luego una luz intensa,
tan intensa que llegó a ser vista por el Príncipe del norte en su travesía a la
tierra de gracia. Muy temprano en la mañana, los dos cuerpos yacían abrazados y
aun en éxtasis. Majnú, por el bien de la princesa, abandonó la tienda antes que
las esclavas llegasen a prepararla para seguir la travesía. Los amantes solo se
encontraron esa sola vez. Luego del resplandor, los sacerdotes tuvieron la
precaución de vigilar a la princesa día y noche, además de la vigilia de su
esclavo, claro esta.
Toda esa historia la pudo
recordar ese día en frente al caño que ahora cerrado por juncos, ramas y
troncos y aprovechando el reflujo del rio hacia el mar, dejaba ver a la roca
mágica que se convertiría en el templo de oro, el templo del “Dorado”. Majnú
estuvo pétreo durante horas frente al monumento que mas tarde iba a servir para
arrebatarle a su amada.
La roca estaba forrada
primero por juncos, luego tejida y forrada en barro. Para adherir el barro al
junco, los nativos usaban el sangrado de un árbol gigante que se daba bien a
las orillas del río. Era blanco, como las nubes, no se derretía en el agua y se
estiraba para adaptarse a las corrientes de flujo y reflujo, que solo se da en
los deltas de los grandes ríos. En la madrugada, ya el nivel del agua había
bajado lo suficiente para transformar la roca negra en una pirámide de oro.
Majnú habría de calcular que la pirámide de oro mediría como cincuenta pasos
largos por cada lado y tan alto como dos árboles de la leche blanca. Tenía
cuatros escalones dorados y una escalera que iba desde la parte mas baja del
río hasta la cumbre, donde suponía, ocurriría la ceremonia.
Sin embargo Majnú ahora
Coatl-coatl, el dos veces serpiente, estaba parado frente a la roca de oro, con
los puños cerrados, sabiéndose también un príncipe. Ya había regresado de su
sueño. La rabia lo envolvía y no le permitía moverse, pero sabía que algo
habría de hacer o algo habría de pasar.
En ese momento, escuchó una
pequeña voz que lo llamaba:
- Majnú, usted es el protector de la
Princesa Ima y debe saber lo que acabo de escuchar, dijo una esclava de la
princesa, su preferida.
No tenía nombre pero él la
llamaba Merey, haciendo alusión a la pequeña semilla que descubrió a la llegada
a Orinokia. Merey era menuda, también había llegado como esclava del norte y
conocía ambas lenguas, aunque no lo dijo nunca. Eso le había permitido, al servir
a los sacerdotes del norte, poder escuchar y comprender lo que minutos después, habría de contarle al
Príncipe y que cambiaria el ritmo de los acontecimientos. Mientras, la pirámide
brillaba e incandilaba, ahora en que los primeros rayos del sol, se posaban
sobre la superficie pulida y dorada.
-Los sacerdotes del norte y
el sur, han estado reunidos por horas, dijo Merey, mientras se le aguaban los
ojos.
El Principe dos veces
serpiente, intuyó de lo que se trataba la reunión. En ese momento preciso, alzó
los brazos y gritó en su idioma materno,
!Coaaaaaaatl…!. Luego de
eso, más nunca volvió a ser Majnú, el esclavo. -! Coatl-Coatl…!, volvió a
gritar, más fuerte aún, y lo escucharon con temor, los sacerdotes del norte y
los del sur. Ahora y para siempre, era un Príncipe que debía salvar a una
princesa…
Alberto
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Alberto
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Excelente Alberto, felicitaciones!!! Me encantó!!
ResponderEliminarQuerido Alberto, sigo fascinada con la historia de Ima Tintaya. Me encantó el uso que hiciste de los cuatro elementos para este capítulo. También observo que hay más diálogos, maravilloso. Si esto es el trabajo en proceso, ¡cómo será cuando esté pulido! Una maravilla que nos dejará un sabor dulce como el del postre Orinokia, estoy segura.
ResponderEliminarGracias amiga Angela, que belleza de palabras y aliento.
ResponderEliminarAlberto, hermoso cuento, lo quiero volver a leer entero
ResponderEliminarEstimado Alberto, un placer conocerte, muchas gracias por la gentileza del resumen para entrar en contexto. Una historia apasionante, sería genial leerla desde el principio.
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