Por Martín A. Fernández Ch.,
13/07/2015.
Quisiera dirigirme al hombre
perfecto, mejor dicho, referirme a él y no ir hacia él. A este individuo se le
define como aquel masculino que cumple plenamente con los estándares exigidos
por una mujer y que no se le admite cometer un error.
Si lo tuviera de frente, le
preguntaría cómo hace para complacerlas si todas son distintas y, por
consiguiente, buscan un ideal particular de cada una. Me gustaría saber cómo calza para ser
bueno en todo los roles, es decir, de modelo, novio, esposo, amante,
mecánico, electricista, mayordomo, mensajero, y además, la cereza sobre el
helado, ser conversador. Este hombre
solo existe en el “pensamiento mágico” de las mujeres (buscar en www.youtube.com Pensamiento Mágico en la Mujer, definición acertada de la Psicóloga Pilar Sordo), y si fuera real sería una
persona desdichada y con poca o nada de libertad.
Pensándolo bien, no te envidio en
nada. Si estuviera en tu lugar, viviría fundiéndome el cerebro de tanto pensar
sobre las estrategias para complacer plenamente a una mujer, no por mi alta o baja
capacidad neurológica, sino por lo complejo de la tarea. Y prefiero tener que gastar
mis neuronas jugando ajedrez con mi hijo, que aún tengo probabilidad de ganarle,
no así a mi hija que ya no le gano una, quizás por ser mujer o porque juega
bien, o por las dos razones.
No quiero ser como tú, eso sería
imposible y nada saludable. Prefiero vivir con mis propias mañas, que son parte
de mi identidad, y no doblegarme a las mañas ajenas. Soy un hombre imperfecto y
quiero seguir siéndolo. Solo deseo amar y que me amen desde mis defectos, no
busco ganar un torneo, solo me conformo que me reconozcan por lo ser humano que
soy. En muchas oportunidades, a mis
hijos les digo que no soy el papá perfecto, que cometo errores, que soy un ser
humano, que hago lo mejor que puedo, y desde esa perspectiva me aman y me
admiran.
La mujer de mi corazón me ama por lo que soy, los dos nos dejamos influir, reconocemos que somos capaces de cambiar sin
perder identidad, y cuando a ella la abruma ese “pensamiento mágico”, le recuerdo
que somos seres imperfectos y que lo bello de la vida está en eso, y pienso que es
la única manera de valorar la vida y ser feliz.
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