TECLAS
BLANCAS Y NEGRAS, ARCOS Y VIENTO
Llevo
dos cuarentenas entre blancos y negros, igual que las ochenta y seis teclas de
mi piano. Hoy frente a tí, observo tu teclado y veo que son más las teclas
blancas que las negras, pero necesito de todas para hacer que esa obra que es
el piano me sirva como es, un instrumento para poder hacer arte para los demás
y para mí. También me siento frente a tu familiar y me consigo lo inverso, más
teclas negras que blancas; sonidos absolutamente distintos; el piano y el
clavecín, una magia distinta que evoca mi vida como estudiosa de los mismos,
ejecutante, docente y miembro de agrupaciones del Sistema de Orquestas. Ese
mundo es riquísimo, pues nunca terminan las partituras por estudiar, analizar y
aprender; nunca se acabará porque la música es infinita. Nunca me sentí
aburrida en un ensayo, siempre estaba el líder, el director y la Obra a
interpretar. Tocar como ejecutante y tocar como miembro de una orquesta de
cámara o sinfónica son retos diferentes, todo bajo el amparo de la disciplina y
lo serio de la misma.
Recuerdo
con gracia y alegría, en aquel momento fue un tremendo susto y compromiso, que
estaba de Gira por el Caribe con una Orquesta de Cámara, y horas antes del
concierto, el director me avisa que el primer ministro de esa Isla, solicitó
que se aperturara el concierto con el Himno local. La embajada estaba enviando
al hotel la partitura, hicimos unos arreglos para que el concertino y yo lo tocáramos.
No era la época de youtube, pero como siempre yo quería estar segura totalmente
de que lo que estábamos tarareando era lo correcto. No era cualquier obra, era
el Himno y estarían las Autoridades más representativas de ese lugar. Vaya
compromiso. Para calmar esa ansiedad tuve una ocurrente idea, que resultó
sanadora: le pedí al concertino me acompañara al bus que transportaba a la
orquesta y le pido al conductor que tome el micrófono del mismo y me cante el
Himno. Me miró como si yo estaba demente. Le explico que tengo que escuchar su
Himno para hacerlo bien y aquel hombre se sintió Pavarotti con el micrófono;
creo que encontré un cantante o el deseo de tomar un micrófono a petición. El
señor lo hizo tres veces, cada vez lo hacía más suelto y al mismo tiempo con
más ímpetu. El fue feliz, yo me serené y el concertino gozó mucho pues le
pareció una comedia. Finalmente aún recuerdo las palabras del Director ya en el
Teatro, toda la orquesta en pie y cuando se anunció el Himno, el ruido de las
butacas y todas las Autoridades y público general se levantaron y pusieron sus
manos en el corazón fue realmente sublime
e intimidante. La única que se sentó fuí yo porque tenía que tocar. La anécdota
es que el señor del bus había entrado a la sala donde estábamos previamente los
músicos, un camerino grande general, y allí pudo ver que su labor también tuvo
frutos. Fue una gran noche.
Mi
fotografía a los 10 años
Precioso relato
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