miércoles, 25 de marzo de 2015

La nación de los ingenuos




Esta historia comienza cuando un pueblo por primera vez, entregó sus riquezas a cambio de espejitos, pero cabe la pregunta ¿y por qué no? Quizás yo también hubiera pagado lo que fuera por ver el reflejo de mi rostro por primera vez en la vida (eso si, pagaría una sola vez). Ése es el precio que se paga a cambio de aprendizaje, conocimiento y experiencia.

La ingenuidad forma parte del desarrollo humano. Mientras somos niños, se mezcla con la imaginación y la inocencia para darle color y magia a la infancia. Poco a poco, como desojando una flor, vamos quitando esa piel de ingenuidad que nos cubre, para entregarnos a la realidad que nos regala conocimiento y aprendizaje. Pero, ¿ese proceso que ocurre en el individuo, se replica en las sociedades?¿Vamos como sociedad enfrentando realidades y aprendiendo de ellas para llegar a ser colectivos experimentados?

La ingenuidad social, ha acompañado a las culturas latinoamericanas por mucho tiempo, quizás eso convirtió al “nuevo mundo” en “tercer mundo”. Lo cierto es que no tiene límites y está enterrada en la memoria social de los pueblos, en especial del pueblo venezolano. Su elemento básico es la idea (o piedra constantemente tropezada) de que el bienestar es posible de manera rápida, fácil y sin esfuerzo. Pero lo mejor de todo, gratis.

Durante años nos hemos ido ingenuidad por delante, como dijo Andrés Eloy “detrás de un hombre a caballo” de aquel ser mágico y simpaticón que solucionará todos nuestros problemas. La ingenuidad colectiva nos desdibuja en una confusión infinita entre bienestar y progreso. Me pregunto qué pasaría si llegara a nuestras vidas un Wiston Churchill criollo que en claro y raspao castellano nos dijera como se le dijo a Inglaterra “No tengo nada más que ofrecer que esfuerzo, sangre, lágrimas y sudor”. Creo que algún Luis Vicente León tendría que bajar al último sótano de su Datanálisis para recogerlo del foso, porque hay pueblos que jamás han aprendido que el malestar (léase esfuerzo, constancia, perseverancia y trabajo), es una condición necesaria para lograr el bienestar.

Al final de esta historia, creo que me voy a quedar con la ingenuidad individual, ¿será que paradójicamente ella nos puede ayudar? Ser ingenuo es creer en algo que la realidad contrastaría, bien sea por desconocimiento o por falta de experiencia. Estoy seguro que aunque la realidad nos golpeé con toda sus fuerzas, cada uno de nosotros sigue creyendo en su capacidad y potencial, sigue pensando que "su esfuerzo, sangre, lagrimas y sudor" son el camino hacia el bienestar. ¿Ingenuidad? seguro que sí. Que cada quién la use entonces para creer en lo que podemos hacer, para crear en vez de imitar, para soñar en vez de dormir, para luchar en vez de llorar. Y un día cuando juntemos todas esas ingenuidades, seguro nos sorprenderemos de la nación que habremos creado.

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