Esta historia comienza cuando un pueblo por primera vez, entregó sus
riquezas a cambio de espejitos, pero cabe la pregunta ¿y por qué no? Quizás yo también hubiera pagado lo que fuera por ver el reflejo de mi rostro por primera
vez en la vida (eso si, pagaría una sola vez). Ése es el precio que se paga a
cambio de aprendizaje, conocimiento y experiencia.
La ingenuidad forma parte del desarrollo humano. Mientras somos niños, se
mezcla con la imaginación y la inocencia para darle color y magia a la infancia. Poco a poco, como desojando una flor, vamos quitando esa piel de ingenuidad
que nos cubre, para entregarnos a la realidad que nos regala conocimiento y aprendizaje. Pero, ¿ese proceso que ocurre en el individuo, se replica en las
sociedades?¿Vamos como sociedad enfrentando realidades y aprendiendo de ellas
para llegar a ser colectivos experimentados?
La ingenuidad social, ha acompañado a las culturas latinoamericanas por
mucho tiempo, quizás eso convirtió al “nuevo mundo” en “tercer mundo”. Lo
cierto es que no tiene límites y está enterrada en la memoria social de los
pueblos, en especial del pueblo venezolano. Su elemento básico es la idea (o
piedra constantemente tropezada) de que el bienestar es posible de manera
rápida, fácil y sin esfuerzo. Pero lo mejor de todo, gratis.
Durante años nos hemos ido ingenuidad por delante, como dijo Andrés Eloy
“detrás de un hombre a caballo” de aquel ser mágico y simpaticón que solucionará
todos nuestros problemas. La ingenuidad colectiva nos desdibuja en una
confusión infinita entre bienestar y progreso. Me pregunto qué pasaría si
llegara a nuestras vidas un Wiston Churchill criollo que en claro y raspao
castellano nos dijera como se le dijo a Inglaterra “No tengo nada más que
ofrecer que esfuerzo, sangre, lágrimas y sudor”. Creo que algún Luis Vicente León
tendría que bajar al último sótano de su Datanálisis para recogerlo del foso,
porque hay pueblos que jamás han aprendido que el malestar (léase esfuerzo,
constancia, perseverancia y trabajo), es una condición necesaria para lograr el
bienestar.
Al final de esta historia, creo que me voy a quedar con la ingenuidad
individual, ¿será que paradójicamente ella nos puede ayudar? Ser ingenuo es
creer en algo que la realidad contrastaría, bien sea por desconocimiento o por falta de experiencia. Estoy seguro que aunque la realidad nos golpeé con toda
sus fuerzas, cada uno de nosotros sigue creyendo en su capacidad y potencial, sigue pensando que "su esfuerzo, sangre, lagrimas y sudor" son el camino hacia el bienestar. ¿Ingenuidad? seguro que sí. Que
cada quién la use entonces para creer en lo que podemos hacer, para
crear en vez de imitar, para soñar en vez de dormir, para luchar en vez de
llorar. Y un día cuando juntemos todas esas ingenuidades, seguro nos
sorprenderemos de la nación que habremos creado.
Excelente reflexión sobre la ingenuidad colectiva...
ResponderEliminarAmigo Óscar: excelente, me gusto mucho tu ensayo. Gracias.
ResponderEliminarExcelente! que bien escrito! gracias
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