lunes, 23 de marzo de 2015

Relámpago de Ingenuidad

Desde niño, Julio había anhelado ver el relámpago del Catatumbo.  Tener 35 años y no conocer un fenómeno tan venezolano, tan zuliano, no era razón para sentirse orgulloso.

Ya le había dicho a su madre que, gracias a una convención de ventas en Maracaibo, la empresa le trasladaría a la región y con seguridad, en algún momento, tendría chance de tener un contacto directo. ¡Como no desear ver de cerca a tan majestuoso fenómeno!

Su falta de experiencia e inocencia era motivo de burla de sus compañeros de trabajo. En la convención de ventas del año pasado en Margarita, Julio no dejo de preguntarle a cuanta mujer voluptuosa se topaba, si su apellido era Guevara. Broma sin duda urdida por sus pares mas cercanos.

Durante la estadía en el Zulia, bien sea por el exceso de  trabajo que una convención de ventas genera  o por cansancio, no atinaba a observar al “relámpago”.

Finalizada la actividad, tocaba recoger y literalmente volar hacia el aeropuerto.  La expectativa se desvanecía con rapidez y la partida estaba en lo previsto, a pesar de lo nublado del cielo.

Ya montado en el avión, habiendo tomado la ventana, observaba  a través de esta como perro que ve alejarse a su dueño.  A pesar de haber llegado la noche, las nubes dejaban poco espacio en el horizonte.

Ya en el aire Roberto, uno de sus compañeros de trabajo mas cercano, le señala en dirección del ala de la aeronave el titilar de una luz.

-Julio mira…el relámpago del Catatumbo!!!.

Y Julio vio al relámpago desde Maracaibo hasta Caracas


César Yacsirk

23 de marzo de 2015

2 comentarios:

  1. Por alguna razón mi comentario no se publicó. Te escribí hace un rato que lo que me encanta de la ingenuidad es que suele despertarnos una risa sana. Me hizo reír mucho tu texto. Gracias :)

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  2. Caramba Cesar, ese Julio como que era gocho! Creo que si le hubiesen dicho que él no era Julio sino Noviembre, se lo hubiese creído

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