Así
me miraba mi mamá, yo lo sé. No creo que siga viéndome con esos ojos. Ahora yo
la veo a ella con ojos de madre y ella seguramente me ve con ojos de abuela. Mi
mamá es otra persona desde que yo soy mamá. O tal vez soy yo la que soy otra.
¿Le
habrá pasado lo mismo a mi mamá con mi abuela? ¿y a mi abuela con mi mamá? No
todas las mujeres de mi vida han estado asociadas a la maternidad, de hecho
aunque siempre quise ser mamá nunca había reflexionado sobre el tema. Antes de
que la maternidad fuera un área tan importante en mi vida, las mujeres que me
rodeaban (en la realidad y en la imaginación) tenían otro significado. Muchas
eran madres, pero todas tenían como factor común: su entereza, su capacidad de
salirle al paso a las situaciones, su fortaleza ante la adversidad, sus trabajo
diario para superarse.
Nunca
imaginé que cuando te pones los ojos de madre también ves los miedos con más
claridad. Tampoco llegaba a sospechar que la maternidad te hacía más fuerte y a
la vez más vulnerable. Nunca, como ahora, había visto con tanta claridad que el
trabajo de mis abuelas fue, es y será, el más noble, más exigente, de mayor
entrega y dedicación: hay que verle la cara a criar 14 hijos una y 8 hijos la
otra.
Puedo
afirmar que las mujeres de mi vida son unas emprendedoras. Sus emprendimientos
son de admirar. Han tomado su vida como quien toma al toro por los cachos, han
gestionado sus proyectos familiares buscando siempre la felicidad de todos, han
administrado hogares con tal eficiencia que superan cualquier crisis, han gerenciado
su desarrollo profesional y se convirtieron en coach de sus vidas y de las de
quienes las rodeaban.
Llevo
un poco de las mujeres de mi vida en la mujer que soy.
Nayari Rossi Romero
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