¡Adiós César! ¡ Qué alegría haberte disfrutado y acompañado en las buenas y en las malas!
Con César desarrollé una
bonita amistad, amistad adulta, nacida en el marco del trabajo como profesora
de la UNIMET por allá alrededor de los años 2008-2009, y afianzada con el apoyo
al proyecto de la fundación de la Sociedad venezolana de Psicología Positiva,
donde Pura y él fueron los primeros, e incondicionales entusiastas, para ver
esa idea concretarse: reuniones, viajes, congresos, promoción, diligencias.. en
fin muchos momentos compartidos juntos.
La vida quiso que
viviéramos juntos la experiencia de la migración en el mismo lugar, y durante
un tiempo común, sin haberlo planificado. En enero de 2018 me voy a vivir a
Bogotá porque a Juan, mi esposo, le ofrecen un trabajo con sede inicial en esa
ciudad. Entonces me tocó recoger una vida entera en Caracas y aventurarme a
iniciar, junto con Juan y Santi, mi hijo menor, un capítulo en Bogotá. En junio
de ese mismo año César me cuenta que Liliana, su esposa, consiguió traslado
para Bogotá en la misma empresa que trabajaba en Caracas y él se va con ella a
acompañarla, y al igual que yo, abrir un capítulo de vida en Bogotá.
En esos años desde el 2018
hasta el 2020 compartidos en Bogotá nos acompañamos mucho, con el reto y la
incertidumbre de ser dos profesionales de la psicología y profesores
universitarios, migrantes venezolanos en Bogotá, que se dice fácil, pero fue
todo un reto. Las primeras salidas en Bogotá, junto con Liliana y Juan,
nuestros esposos fueron a caminar por la ciudad, a visitarnos a nuestra casa y
a visitarlos a conocer su apartamento, y cocinarnos una rica pasta con
camarones. Posteriormente muchos cafecitos, asistencia a charlas, participación
en eventos para promover la psicología positiva, almuerzos los domingos en mi
casa, como uno más de la familia, y hasta hacer hallacas su último diciembre en
mi casa con el equipo de internacionales donde hasta un amigo ruso participó.
¡Ese día disfrutamos un montón!
Cuando César decide
regresar a Caracas, allí estuvimos con él durante todo su periplo para pasar
por la frontera para ir de Bogotá a Caracas. Una vez instalado en Caracas, tuvimos
contacto permanente para ver ¿Cómo va la cosa?. Lo vi formarse como terapeuta
con mucho estudio y entusiasmo, al tiempo que yo también lo hacía, con programas
de estudio virtuales en diferentes instituciones colombianas. Todavía hace dos
semanas me mandó un mensaje de voz para contarme de un caso referido a dos
mujeres cuidadora con un familiar con un enfermedad crónica pidiéndome apoyo,
lo cual felizmente atendí con mucho gusto. La verdad nos manteníamos en
contacto frecuente vía WhatsApp o video llamada y tuvimos la dicha de vernos
varias veces durante los meses de noviembre y diciembre que estuve en Caracas.
En nuestra parranda de navidad, donde estuvieron mis hijos, lo recuerdan con
gran cariño. Especialmente mi hijo Ernesto, que tenía una relación muy chévere
con él, me escribió cuando se enteró de la noticia: ¨Estoy en shock heavy,
lo vi tan bien en la parranda, echamos vaina y nos reímos. Lo vi super bien y
contento¨. En fin, así nos
despedimos de él sin saberlo.
Lo último que voy a decir de César es que ¨era una vaina¨, y lo bueno es que yo se lo podía decir, porque era su amiga, y él ¨lo podía reconocer¨, porque de gafo, no tenía ni un pelo. Pero así son las amistades pa´ lo bueno y pa ´lo malo, para honrar la vida del otro con sus aciertos y desaciertos .
Por aquí te extrañaremos querido César. Busca la manera de mandarnos saludos . Seguro se te ocurrirá una forma original de hacerlo.
Tu amiga
Lele
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