Mi amiga la muerte
Desde hace algunos años mi
amiga la muerte se ha dedicado a llevarse a mis amores. Unos, por tiempo
caducado; otros, con muchos frutos pendientes. Han sido peleas desventajosas e
inútiles porque el poder de la muerte es inexorable, nunca infinito. El poder
del amor lo supera. Amor que trasciende al tiempo y al espacio. Amor eterno y
ubicuo.
La muerte se ensaña conmigo
porque sabe que no está entre mis miedos. Es ella la que tiembla frente a la
fuerza imparable del amor que me acompaña. Marcadora de inexpugnables
fronteras, lucha contra los lazos, imposibles de deshacer, del cariño.
Duerme conmigo, pero nunca es
la dueña de mis sueños. Es sombra incapaz de vencer a la luz perpendicular del
sol. Los seres que se ha llevado de mi lado son eso: rayos de luz sin sombra,
en los que la arrogancia de su poder es inútil.
La muerte es envidiosa por lo
que muchas veces siente dilección temprana por los mejores. Hace solo unos días
fuimos testigos de ello, se llevó sin avisar a nuestro querido César. Tuvo
envidia de su ternura disfrazada de su particular humor, de su manera de
llevarnos la contraria para hacernos compañía, de su risa traviesa ante el
desconcierto de nuestros rostros, de la valentía de su tristeza sin lágrimas, de
su inagotable pasión de hacer y enseñar ese prisma enriquecedor que es la
psicología positiva, de su búsqueda personal orientada en ayudar a
otros... No es casualidad que su
película preferida fuera Love actually: un corolario de amores posibles. Todos
diferentes, pero todos reales y verdaderos. Porque de eso se trata la vida: de
crecer en la fuerza pertinaz del amor, cada uno a su estilo y manera, desde la
autenticidad de quiénes somos.
Hoy me toca decirle a la
muerte: nada más tonto que tratar de acabar lo que es inacabable.
¡A tu salud Cesar Yacsirk!
Irma Wefer
No hay comentarios:
Publicar un comentario