domingo, 24 de noviembre de 2024

En la distancia, se podan las rosas con una "brisa bonita"

 La distancia es como el viento...

La distancia es la posibilidad de no poder tocar a alguien. La presencia sola, nos hace sentir cerca a alguna persona. Además, no son lo mismo, las distancias entre los diferentes vínculos de nuestra vida; nuestros padres, presentes y los que están ausentes, los grandes amores, los grandes maestros, nuestros hijos y los grandes amigos.

La distancia, como dice Lele, puede ser una “brisa bonita” que nos acaricia, así como el recuerdo de lo que ya están ausentes y que, de manera irrefutable, no podemos volver a tocar, a menos en este plano en que el que estamos. Esa brisa bonita nos hace recordar y honrar sus recuerdos.

Con los amigos, es distinto. Es amor, pero no romántico, por lo que el viento solo aviva el deseo del encuentro, del compromiso, de la confidencia. Decía Saint Exupèry en su libro póstumo, la Ciudadela, que la distancia no es obstáculo para sentir la importancia del vínculo. Nos habla de dos grandes amigos que además, son jardineros. Uno de ellos se quedó en Europa y el otro tuvo que viajar a América, y por años, ninguno supo nada del otro.

El Caballero del reino, sabiendo del vínculo que hubo, le dijo que iba a viajar a América y que si quería mandarle una carta a su amigo. Feliz, ante la posibilidad del encuentro en la distancia, se sentó frente a un papel, que se mantuvo intacto por mucho tiempo. Ya en la víspera del viaje del amo, y frente al papel y alumbrado por la luz de una vela, logró escribir una frase: “Hoy, pode mis rosales”. Dobló su carta, y la entregó a tiempo.

El viento logró que el barco cruzara el océano de ida, y varios meses después, de vuelta. Al término, el Caballero, llamó a su jardinero y le entregó la carta que escribió su amigo. Al abrir el sobre pudo leer: “Hoy, yo también he podado mis rosales”. Con una sonrisa en el rostro y con lágrimas en los ojos, dobló la hoja de papel y la abrazó, como quién logra saber de una parte de sí mismo, en la distancia, pero manteniendo la posibilidad que siempre florezca. Los jardineros saben que para que las rosas floreen, hay que podarlas de vez en cuando, así también la amistad.

Los grandes amores, de cualquier tipo, se mantienen en la distancia, con la brisa bonita, aquella que nos permite reconocer que eso que sentimos, nos pertenece y que nos hacemos responsables de mantener. Los sentimientos más intensos nos son propios; nunca tenemos la certeza de ser amado, solo la confianza. Yo hoy, amigos, he podado mis rosas.

Alberto

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