Las luces y las sombras
“Somos porque hemos sido”
dice una famosa frase del profesor chileno Fernando Flores, padre de la
ontología del lenguaje, junto con Rafael Echeverría. La frase habla por una
parte, del pasado, de lo vivido, de la experiencia; todo aquello que construye
o limita. Por otra parte, nos habla del devenir, de lo que está por suceder o
de lo que nos hemos propuesto a andar. En ambos casos, la vida está llena de
juicios, ¡como debe ser!. El gran aporte de ambos, junto a Humberto Maturana,
es que vivimos en mundos interpretativos. Las antiguas escrituras judías dicen
que no vemos al mundo como es, sino como somos.
La psicología positiva de
Seligman también habla de la posibilidad de alcanzar nuestra mejor versión,
trabajando de manera consistente y consciente. De igual manera, lo que podamos
ver o entender del proceso, será un juicio de nosotros mismos, a menos, que
decidamos que la opinión de los otros sobre nosotros, tenga un peso verdadero o
mayor. Así también, construimos al ser: engañándonos a nosotros mismos. Cuando
te dicen que no puedes luchar contra lo que eres, ¿bajo qué conocimiento lo
dicen, si nadie puede habitar en tu propio ser?. Por eso inventamos el “estar
siendo”, una suerte de evidencia temporal de lo que percibimos que somos.
¿Y así son las luces y las
sombras? ¿Son juicios de nosotros mismos?. Jung escribió mucho sobre esto y a
los juicios maestros los llegó a llamar “los malditos”. Entregarse a las
sombras, es una forma de dejar de vivir. Toda la vida es un encuentro, una
lucha, o una danza, entre lo que vamos encontrando y lo que queramos que sea.
Ese es el viaje; el ir y venir, sin quedarse en ninguno de los extremos. Así,
cada vez nos vamos acercando al punto medio, aquel, donde realmente nos
sentimos en bienestar. Y ese lugar no es luminoso, ni obscuro, simplemente, es.
En nuestras vidas
encontramos numerosos ejemplos del vaivén de los juicios. Se complejiza ya que
hay dos juicios; el del que hace la acción, y el del juicio de quién observa.
No siempre coinciden y es por eso que para acompañar a otros desde la terapia,
el coaching, el mentoría o la amistad, haya que cerrar brechas en la
interpretación de ambos mundos. Escuchar es quizá, la mejor forma de hacerlo.
Una forma de vivir en armonía y para aprender de nuestros propios juicios, sea
colocarse en el lugar del otro u otra. Ser empático y entender el porqué de las
acciones. Pero si estamos en algún extremo, como una profunda sombra o una luz
que encandila, solo te deseo el bien y que tengas la fortaleza de salir de ahí,
pero no te quedes, pide ayuda, una mano, un abrazo. No te quedes ahí.
Una amiga se fue del país.
Regresa a acompañar a sus padres
enfermos. En su partida nuevamente, se toma fotos familiares felices que hacen
con los enfermos, quienes en sus rostros dibujan más bien, el desconcierto de
la proximidad de la muerte. Pero eso es mi juicio. ¿Qué tal el juicio de ella?
Lo que quiero decir, es que en este trabajo interno quizá podamos dejar de
sentir la necesidad de colocar nuestro propio juicio por encima del otro. Somos
seres en movimiento, construyendo mundos. Algunos hemos tenido la oportunidad
de vernos en el pasado construyendo mundos a otros y protegiendo los nuestros,
y de repente, todo se cae. Es ahí, donde podemos construir con las piezas
rotas, con mueva argamasa, con nueva forma de hacerlo. Quizá la vida sea eso,
armar, para volver a armar cuando caiga.
Para los cristianos y en mi
caso, me sirve asociar la salud y la religión. Resulta que cada tres años debo
hacerme un examen de colon para evitar que una luz se convierta en sombra. Por
la pandemia tenía el doble del tiempo de retraso. Y lo decidí y lo hice, e
hicieron lo que tenían que hacer. Dejar de ir al médico es como dejar de confesarse
en la iglesia. Conoces tus pecados pero no te pones al día, sino que postergas;
y sigues acumulando y en la medida que acumulas les das vida a tus propios
juicios, (a veces malditos). Convivimos con las sombras cuando es muy fácil
tomar la decisión. Hoy, solo me falta confesarme.
Alberto
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