domingo, 28 de agosto de 2022

Yo tenía una luz... de Angel Ceballos

 Tema del mes: Yo tenía una luz que a mí me alumbraba y llego la brisa  y suas…..

Esta reflexión “Shakespierana” me invitó a pensar científicamente, que si todo en el universo es energía vibratoria en movimiento, como lo es en el ser humano, tiene que haber alguna fuente y capacidad de emitir algún tipo de luz cuando las condiciones estén dadas y así alumbrar, con mayor o menor intensidad dependiendo de la distancia o el espacio lumínico. Si todos somos materia orgánica, nuestra energía debe estar basada en la quema constante de carbono, que como hornos bípedos la convertimos en combustible propio para poder seguir dando luz. Entonces, vale la pena preguntarse: ¿Estamos, nosotros, siempre irradiando algún tipo de luz?. Esa es la pregunta del millón, cuya respuesta, “sin darnos cuenta”, quizás esté más cerca de lo que pensamos o cuyo origen esté más lejos de nosotros, sin percatarnos. Si hablamos solamente de la luz que vemos, entonces solo hay una. Pero las distintas ondas electromagnéticas visibles pueden poseer distintas longitudes de onda y frecuencias, lo cual pueden generar luces no visibles, como, las microondas, los infrarrojos, los ultravioleta, los rayos X y los rayos gamma, las cuales difieren en cuanto a longitud y frecuencia referida.

 ¿Que complejo verdad?. Entonces vámonos a lo más sencillo; como lo pone; Lin Yutan, filósofo japonés, quien nos aclara que, hay dos maneras de difundir la luz. “Ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.” . Ahora empiezo a entender. ¿A Cuál de las dos nos invita a ubicarnos?. Por un lado, pienso que, si somos una “lámpara”, la luz que irradiamos, producto de activar nuestra “capacitancia interna”, llena de nuestras experiencias, desde el día que abrimos nuestros ojos que realmente es el día que comenzamos a mostrar e irradiar “luz de vida”, es entonces infinita, pero que si no tenemos conciencia de lo que hacemos o porque lo hacemos, va llegar una brisa “suas” y la va apagar, no dejando de ser responsable de emitirla, usarla, y disminuirla, porque nunca se apagará mientras seamos un ser vivo y no tenemos la necesidad de esperar que una “brisa”” llegue y “suas” nos las apague. Mientras que si somos “espejo” no importa lo que irradiemos ya que no sabemos que defecto pueda tener ese medio para conocer la distorsión o fidelidad con que irradia y medir el impacto sobre su destino. Bien, así somos los seres humanos que nos surge la pregunta,

 ¿habrá una luz que no alumbre?, y la respuesta es un !No! rotundo cuya efectividad e impacto energético que produce dicha luz, dependerá también de luces no visibles , como, las mencionadas anteriormente. Conclusión: Todos irradiamos luz, que, si es visible, porque usamos todos los atributos de la energía del bienestar, como la alegría, el agradecimiento, el buen humor, la empatía, la amabilidad y pare Ud. de contar, no necesitamos espejo que la refleje ni el mayor “suas” de una brisa que la apague. Pero cuando emitimos una luz difusa e invisible, producto de un resentimiento, envidia, odio o desesperanza,

la fuente o ente receptora la recibe con toda el poder de una brisa que la apaga y la convierte en un rayo sombrío que come energía Mis “lápices energéticos” toda luz alumbra, y nunca es igual, una de otra, sino solo parecidas a la otra. Como también, Nadie es como el otro. Somos únicos. Y ¿por que?. Porque nadie ha vivido lo que cada mortal ha vivido. Las experiencias gratas e ingratas y el aprendizaje de cada uno, es único. Y como lo dice Alex Rovira, “de lejos todas las estrellas parecen iguales, pero al llegar cerca de ellas, son diferentes en temperatura, tamaño, brillo y color, así como los talentos que alumbran con luz propia a cada persona. Y termina afirmando que, aunque haya miles de estrellas en el firmamento, ninguna posee un brillo, similar, una intensidad igual o una frecuencia en línea con tus ciclos de vida. Y por si no lo sabían, o lo han pasado por alto, como existen luces también existen oscuridades habitando en nuestro ser que son parte de lo que somos y lo que no quisimos o queremos ser. Es un paradigma entre lo que “nos damos cuenta” y lo que rechazamos. Cuando queremos, irradiamos luz visible y no hay brisa que la apague, pero cuando estamos en una mar de confusiones existenciales en nuestro interior, cualquier “brisita” “arrasa” con furor y detiene esa luz que nos define, porque la otra sigue ahí, asechando. 

Ahora, cuando hay un equilibrio saludable, hay luz y si hay una brisa, será refrescante e incapaz de apagarla, sino más bien atizarla porque el poder de la primera supera la segunda. Lo importante es reconocer que, para tener éxito en la vida y tener bienestar con nosotros mismos, debemos activar la energía visible, con todos los atributos que hemos aprendido en psicología positiva, aceptando las realidades, suficientes para emitir la Luz que no se apague con la, o las brisas que lleguen. Les confieso, que en algún momento en mis recientes madrugadas, entre 3 a 5 AM, para mí, un espacio mágico de reflexión y autos encuentros, vino a mi mente momentos cruciales de mis “luces y sombras” en mis logros y mis “caídas” que en mi caso marcaron mi vida después que me jubilé y pude reconocer que en ellos, había una sincronía singular de fijar mentalmente “destinos” que iban a requerir una energía especial para alumbrar los “caminos”, como un Faro, que ahora me doy cuenta que tenía y que salía de mi interior. 

¿Es esto casual, con el tema del mes? . ¡NO!, la diferencia está en que, en esos logros, no hubo una brisa que “suas”, me la apagara y mi “luz interior” estaba siempre encendida. No se puede hacer nada para apagarla o encenderla. Esa luz interior es tu verdadero Yo / Dios. No eres tú mismo como en lo que crees que eres, sino un Yo que aparece cuando la mente está en silencio. Hay prácticas que nos ayudan a florecer la luz que llevamos por dentro, como es la meditación que nos ayuda a concentrarnos en un punto de luz, que emite energía positiva, y si nos unimos con un grupo esa luz se vuelve más potente, de forma que llega más lejos y su efecto es más duradero. ¡No hay brisa que la apague!

Amigos del alma, cada día me dio cuenta de que yo soy dueño de mi luz y no tengo que buscar medios externos para atizarla, sino protegerla. Las brisas siempre estarán presentes y su intensidad será favorecida cuando desmayemos nuestros instintos y seguridad de que podemos ser un faro con luz perpetua. ¡Feliz e iluminado domingo sin brisa que apagar! 

Autor: A. R. Ceballos.

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