CARTA
A LA VIRULENTA VECINA
Quiero preguntarte vecina, ¿qué es lo que activó tu
violencia extrema?, ¿qué te hizo ser tan desenfrenada y patética, timbrando y golpeando
mi puerta?, ¿acaso tu norte y tu sur hicieron chispa?, ¿acaso a tu vida seca se
le prendió una tormenta?. Mi desconcierto y el de los vecinos fue inmenso,
nadie recuerda un episodio de tan triste factura.
Más que detestarte sentí un profundo dolor, pensé que habías perdido la razón, no fuí capaz de
repudiarte ni de insultarte, me dolías
como ser humano. Cómo pudiste reaccionar ante una simple confusión, ¡¡“pintura
vencida”!!, sin mediar ni en forma ni en respeto, sin pedir información. Vencida
estaba tu alma, vencida por el virus de la violencia (récipe del Dr. Felicidad:
Oxitocina, Serotonina y Endorfinas. Dios
te manda mucha oración).
No niego que me diste mi primera gran experiencia,
fue una agresión sin base, sin sentido;
pero te cuento, que le di vuelta al episodio y lo convertí en una vivencia
constructiva. Te escribí 3 cartas, la primera llevaba pólvora y veneno, la
segunda tan solo veneno, la tercera reflexiva, irónica y con algo de veneno,
las tres drenaron mi indignación, pero no te mandé ninguna.
Apagar el fuego con un extinguidor de paz, fue mi elección. Ser sembradora de PAZ, fue
también mi elección, ojalá que seamos muchos dejando a la violencia tullida y neutralizada. No
importa si nos apalancamos en Jueces de Paz, quienes apenas son un simulacro de
justicia. Con ellos conseguí una caución moral de alejamiento, nos ayudarán a
guardar la distancia en palabra y agresión.
Digamos basta, al mazo dando un zarpazo, a la
Hojilla cortando la vida, a la corrupción torciendo el destino de un país
maravilloso. Vivimos con miles de violencias dibujadas en el hambre, en las
personas que arrastran su miseria buscando un breve desperdicio que los sacie. Ya
el mundo está lleno de crímenes que se cometen desde la bioquímica de la
intolerancia y el odio.
Cuánto me sirvió escribir en éste proceso, como el
papel aguanta todo, sirvió de catarsis. Escribir se convirtió en mi arma de
ataque y esfumé toda mi rabia, sin hacerte daño. Le decía a Laureano que la
parte positiva de este suceso, es que me hizo calibrar mi muro espiritual; pero
mucho más aún, comprobé que tengo la tarjeta del perdón debajo de mi manga, me
acompaña siempre. No me inspiras ni una pizca de rabia ni de rencor. Y perdona…
pero salí ganando en humanidad.
Gudelia Cavero Hurtado
Siempre maravillosa querida Gudelia, en forma y en fondo. Me alegra que la escritura te haya ayudado. Me alegra que lo hayas compartido, para que muchos más sepan que tienen esa herramienta a la mano. Gracias por confirmarme, una vez más, que escribir nos hace bien. Y leerte a ti, también.
ResponderEliminarEn esa carta manifiestas todo lo bello que hay en tí. Tus palabras traslucen integridad y paz espiritual. Me hizo bien leerte.
ResponderEliminar¡Gracias Gudelia!
Excelente escrito Gudelia. Sera Cristo-coincidencia que en tu piso hay aparte de dos buenos vecinos, dos buenas plumas...
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