Escrita por MARTÍN FERNÁNDEZ, 13 Abril 2017
Me
atreví a escribirte porque siento que aún podemos rescatar nuestra
relación. Es cierto que he sido egoísta, que solo pienso y hago todo por
mí. Pero debes considerar que todo mi esfuerzo ha tenido como norte
ayudarte, a poner el granito de arena que me ensañaron mis padres para
que una patria avance: estudiar, trabajar, ayudar a los demás, tener
familia, amar a mis hijos, respetar, en fin, ser un buen hijo de la
patria. Pero parece que no es suficiente, y por eso estoy triste.
Desde
hace un tiempo, he estado viendo cómo has cambiado. Antes eras alegre,
animosa, hasta pretenciosa, ¡tenías con qué! Se vivía en libertad, a
aquella que se refiere a estar sin preocupaciones por los alimentos
básicos, por las medicinas, por la educación de los hijos, por la
seguridad, por todo aquello que actualmente empaña y oscurece nuestro
amor.
No
te he abandonado, porque todo lo que soy te lo debo a ti. En el año 53
recibiste a mi padre, que con tan solo 15 años se aventuró a cruzar el
Atlántico, desde Canarias, para vivir contigo sin conocerte, solo por
referencia de amigos y familiares que decían: país próspero y de paz.
Tanto amor le distes que la Vinotinto la lleva por dentro y la defiende
ante la “furia española”. Él siempre me dice que solo necesitas que te
quieran de verdad.
Pienso
que no es difícil que cambies. Pero primero hace falta ponerte en
orden. Tienes que entender que debes dejar de ser la mamá gallina,
porque la única manera que tus hijos se vuelvan hombres prósperos es
dejarlos solos. Ya basta que los ayudes sin que tengan méritos. Estoy
seguro que entenderán que las mejores cosas se obtienen del esfuerzo
propio, y que así sentirán orgullo.
Entiendo
que no puedes avanzar porque te encuentras infectada de zamuros en los
cielos, que vigilan con sus vuelos circulares las cucarachas y ratas que
están a su merced, reproduciéndose en los basureros de algunas almas,
con el fin de ahuyentar aquel ciudadano que te pretenda. Pero no te
angusties, ten paciencia, porque cada vez somos más quienes deseamos
acabar con esta maldad. Además, confío en que su propia avaricia
carroñera los destruirá.
Te
confieso que a veces dudo. Me imagino que no soy el único que, de tanto esfuerzo por ser optimista ante tantas adversidades, haya pensado en
tirar la toalla y rendirse como muchos lo hicieron, quienes se fueron a
vivir a otras tierras en busca de paz, a pesar de tener que soportar las
indignaciones por ser extranjeros. Espero que vuelvan a tus brazos, que
los recibas con afecto y sin rencor por abandonarte, porque no han
dejado de pensarte y siguen conectados a ti por siempre.
Espero
que me perdones por este desaire que me embarga, que envenena mi
cuerpo. Es que cuando veo personas en la calle hurgando la basura para
comer, me escondo en mi ser avergonzado como venezolano, porque no tengo
idea cómo cambiar esto. Sufro cuando camino por las calles de Chacao
acompañado de huesos con ropa que caminan con ojos saltones que miran al
vacío, y que se han convertido en sufrimiento.
Pero
aquí sigo mi amada Venezuela, haciendo lo que sé hacer: estudiar y
trabajar. Seguiré amándote aunque sigas arisca, lo haré contagiando de
entusiasmo a la gente, deseando los buenos días, promoviendo el
bienestar y teniendo fe en Dios que esto cambiará pronto.
Me despido, con todo mi amor.
Tags
- amor
- Fe
- Patria
- Perdón
Escrita por MARTÍN FERNÁNDEZ, 13 Abril 2017
Me
atreví a escribirte porque siento que aún podemos rescatar nuestra
relación. Es cierto que he sido egoísta, que solo pienso y hago todo por
mí. Pero debes considerar que todo mi esfuerzo ha tenido como norte
ayudarte, a poner el granito de arena que me ensañaron mis padres para
que una patria avance: estudiar, trabajar, ayudar a los demás, tener
familia, amar a mis hijos, respetar, en fin, ser un buen hijo de la
patria. Pero parece que no es suficiente, y por eso estoy triste.
Desde
hace un tiempo, he estado viendo cómo has cambiado. Antes eras alegre,
animosa, hasta pretenciosa, ¡tenías con qué! Se vivía en libertad, a
aquella que se refiere a estar sin preocupaciones por los alimentos
básicos, por las medicinas, por la educación de los hijos, por la
seguridad, por todo aquello que actualmente empaña y oscurece nuestro
amor.
No
te he abandonado, porque todo lo que soy te lo debo a ti. En el año 53
recibiste a mi padre, que con tan solo 15 años se aventuró a cruzar el
Atlántico, desde Canarias, para vivir contigo sin conocerte, solo por
referencia de amigos y familiares que decían: país próspero y de paz.
Tanto amor le distes que la Vinotinto la lleva por dentro y la defiende
ante la “furia española”. Él siempre me dice que solo necesitas que te
quieran de verdad.
Pienso
que no es difícil que cambies. Pero primero hace falta ponerte en
orden. Tienes que entender que debes dejar de ser la mamá gallina,
porque la única manera que tus hijos se vuelvan hombres prósperos es
dejarlos solos. Ya basta que los ayudes sin que tengan méritos. Estoy
seguro que entenderán que las mejores cosas se obtienen del esfuerzo
propio, y que así sentirán orgullo.
Entiendo
que no puedes avanzar porque te encuentras infectada de zamuros en los
cielos, que vigilan con sus vuelos circulares las cucarachas y ratas que
están a su merced, reproduciéndose en los basureros de algunas almas,
con el fin de ahuyentar aquel ciudadano que te pretenda. Pero no te
angusties, ten paciencia, porque cada vez somos más quienes deseamos
acabar con esta maldad. Además, confío en que su propia avaricia
carroñera los destruirá.
Te
confieso que a veces dudo. Me imagino que no soy el único que, de tanto esfuerzo por ser optimista ante tantas adversidades, haya pensado en
tirar la toalla y rendirse como muchos lo hicieron, quienes se fueron a
vivir a otras tierras en busca de paz, a pesar de tener que soportar las
indignaciones por ser extranjeros. Espero que vuelvan a tus brazos, que
los recibas con afecto y sin rencor por abandonarte, porque no han
dejado de pensarte y siguen conectados a ti por siempre.
Espero
que me perdones por este desaire que me embarga, que envenena mi
cuerpo. Es que cuando veo personas en la calle hurgando la basura para
comer, me escondo en mi ser avergonzado como venezolano, porque no tengo
idea cómo cambiar esto. Sufro cuando camino por las calles de Chacao
acompañado de huesos con ropa que caminan con ojos saltones que miran al
vacío, y que se han convertido en sufrimiento.
Pero
aquí sigo mi amada Venezuela, haciendo lo que sé hacer: estudiar y
trabajar. Seguiré amándote aunque sigas arisca, lo haré contagiando de
entusiasmo a la gente, deseando los buenos días, promoviendo el
bienestar y teniendo fe en Dios que esto cambiará pronto.
Me despido, con todo mi amor.
Tags
- amor
- Fe
- Patria
- Perdón
Me encantó tu escrito, Martin. Fluye claro y sencillo.
ResponderEliminarFelicitaciones!
Creo en el amor verdadero cuando se agradece y se pide perdón. Me gustó mucho leer tu carta Martín.
ResponderEliminarHermosa carta Martín, cuando se escribe desde el corazón todo se dice y se entiende muy fácil.
ResponderEliminarQuerido Martín, al leer tu carta sentí un corrientazo de tristeza, pero también la profunda convicción, de que la Venezuela que tenemos se está construyendo en el subsuelo, con gente como tú, como todos nosotros y muchos que no hemos parado de luchar.
ResponderEliminarExcelente mi hermano gente asi es que necesitamos en este pais,luchando todo los dias y sin miedo, asi son lo que de verdad son verdaderos venezolanos
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